Y sin embargo… no es ciencia

En los últimos días una polémica emerge en cuentas de twitter que sigo con fruinción, por lo mucho que aprendo de ellos: Vicente Baos, Juan Gervas, Rafael Bravo, Enrique Gavilán. La polémica gira en torno al enfrentamiento medicina ortodoxa vs medicina homeopática, o simplificando ciencia vs pseudociencia. Me resulta muy complejo el debate cuando las intervenciones están limitadas a 140 caracteres, especialmente cuando el tema es tan complejo. Creo que se corre el riesgo de acabar enunciando dogmas en lugar de contribuir a la reflexión. Así que imitando, con mis límites, a Vicente Baos y a Jose Antonio Plaza me atreveré a dar, en formato extensivo, mi opinión.

medicinaciencia¿Qué pondría yo en twitter, de haber participado en este debate? Pues bien, afirmo que la medicina (la que hacemos los médicos) no es una ciencia ni una pseudociencia. La homeopatía ni es ciencia ni es pseudociencia. Y esto es justo un mensaje de twitter (144 caracteres). Pero no se explica por sí mismo y no se puede entender, solo malentender, si lo publicara así. Por eso, estimado lector, si quieres saber por qué afirmo esto, por favor, continúa leyendo. Continuar leyendo «Y sin embargo… no es ciencia»

En el Día Internacional de la Mujer, un gesto por la igualdad

Hoy es un día para reconocer la necesidad de avanzar en la igualdad social entre las personas independientemente de su sexo, igualdad no solo sobre el papel sino sobre todo en la vida real de cada día. No creo que sea necesario señalar ni poner referencias a las múltiples fuentes que muestran ejemplos que escenifican la desigualdad. Otros han escrito magníficamente sobre muchas realidades presentes hoy en día.

Por ello esta entrada va a ser muy corta. Hoy solo quiero solicitar al Consejo General de Colegios de Médicos un pequeño gesto por la igualdad. Tranquilos, no voy a pedir que cambien el nombre (aunque bien podría ser Colegios de Medicina o de la Profesión Médica o Colegios de Médicos y Médicas, en fin),  sino algo mucho, mucho, más simple. ¿Sería posible que, la próxima vez que rellene un certificado médico oficial, éste reconozca que también es cumplimentado por médicas? Es decir, ¿podría añadirse algo tan sencillo como D/Dña.….colegiado/a? Ese pequeño gesto de reconocer la medicina como profesión de hombres y mujeres implica aumentar formalmente la visibilidad de las mujeres en nuestra profesión.

Para otros gestos, esperaremos al futuro.

Entrada dedicada al Presidente del Consejo General de Colegios de Médicos (Dr. D. Juan José Rodríguez Sendín)

 

Nota: si en los últimos meses esto se ha corregido pido disculpas, por motivos de salud llevo unos meses sin poder trabajar.

Pacientes contra paredes…del hospital

   decidiendo que puerta escoger

 A lo largo de las dos últimas semanas he tenido el ¿privilegio? de ser acompañante de paciente por los retorcidos recovecos, pasillos y organizaciones de un gran hospital. E, intentando mirar con ojos de observadora social, se puede caer en la cuenta de la sofisticación a la que hemos llegado a la hora de desorientar a los pacientes y sus acompañantes cuando acuden a consulta, cirugía, administración, etc. Citas telefónicas del tipo vaya a la puerta 3 de la planta 2 del edificio 1 y diga que lo envían de … Puertas cerradas con un «toque y espere», espere, espere, espere. Caras y ojos que rehuyen el contacto como si temieran una pregunta del tipo: «Disculpe, ¿es aquí dónde, cuándo, cómo…? Pacientes perdidos que tocan, abren, miran y salen despavoridos con un «¡espere fuera!»  Pacientes expertos, que ya hicieron su iniciación en las oscuras tramas de cada consulta y sus mecanismos de control. Citas con hora, que pasan por orden de llegada; pacientes madrugadores que se enfadan al descubrir que los verán por cita, pacientes citados que no son llamados por no dar el «presente» al llegar. A las angustias de la enfermedad se unen las incertidumbres de un viaje sin mapa, de la total ausencia de guías, de líneas, de …lo que sea. 

Y si yo, que tengo kilómetros de pasillos recorridos en los hospitales y centros de salud, de residente, médica, estudiante, me siento así, ¿como no se sentirán los pacientes venidos de cualquier lugar? Ajenos a los secretos y las historias que ocurren tras las puertas cerradas, atrapados en la mística de una medicina que parece mágica y oculta, como la misas en latín de nuestros abuelos, a veces espoleados contra la supuesta lasitud de los empleados públicos. Miedo, enfado, ignorancia, malentendidos y angustias no resueltas que terminan por quemar a pacientes y sanitarios por igual. ¿Cómo podríamos mejorar el camino? ¿Cómo podríamos dejar de suponer que los pacientes saben qué hacer, si cada servicio hace de manera diferente? ¿Cómo dejar de tener miedo a ser guías de los pacientes por este laberinto además de acompañarles en su enfermedad?

Medicina Narrativa en Cuidados Intensivos

Y ¡no!, no es la medicina narrativa la que está enferma en cuidados intensivos, sino los cuidados intensivos los que se apuntan a practicar medicina narrativa. Ya ven, la grandeza del lenguaje nos permite dar significados diferentes a las mismas palabras.

¿Y qué Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) se apunta a la Medicina Narrativa? Parece casi contraintuitivo ya que la UCI es un lugar donde nos parece que los pacientes no hablan. Posiblemente es el lugar de la estructura hospitalaria donde con más frecuencia el paciente es realmente paciente-objeto y no sujeto, al quedar desposeido incluso de su conciencia.

terapianarrativaEn «Medicina Narrativa in Terapia Intensiva» (en italiano), Stefania Polvani y Armando Sarti nos cuentan como es posible aplicar la medicina narrativa en una UCI. Stefania Polvani es socióloga y dirige la Estructura de Educación para la Salud y coordina el Laboratorio de Medicina Narrativa de Florencia. Armando Sarti es médico y jefe de servicio de la UCI del Hospital de Santa María Nuova de Florencia.

El libro se divide en varias partes: Continuar leyendo «Medicina Narrativa en Cuidados Intensivos»

¿En qué momento dejamos de ver personas al otro lado de la mesa?

Hace unos días estaba en la facultad de medicina, intentando avanzar un poco en mi tesis. Mientras espero en el pasillo a que mis directores lleguen, capto retazos de conversaciones entre estudiantes, conversaciones que me llevan de vuelta a mis años mozos. Y me pregunto ¿en qué momento adquirimos la capacidad de ignorar que el paciente es, además, una persona?
Escucho a un alumno, desconozco el curso, explicar una anécdota: allí estaba el paciente abierto de piernas para hacerle una biopsia; contesta la compañera ¿dormido?; ¡qué va! Éramos 6: la médica que hacia la biopsia, dos estudiantes de 4º, 2 de 6° y el residente, y él allí, despatarrado, y ríe; réplica la compañera ¡uy, yo hubiera pedido que me durmieran!

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¡Cuán revelador de nuestra naturaleza es este pequeño diálogo! Revelador de nuestras carencias, de las pérdidas que sufrimos durante el aprendizaje y del reconocimiento de esa pérdida. Parece que la formación nos vacuna de una ¿enfermedad? llamada: ver al otro.
El primer estudiante comenta, ya inmunizado y protegido frente a la capacidad de reconocer al otro, al paciente, como persona, una anécdota que pasará a su dossier de encuentros médico-paciente risibles; su compañera todavía se reconoce en la incomodidad del paciente y se coloca,en parte, en la posición de paciente (yo preferiría no enterarme) pero ya no va más allá y es incapaz de hacer una crítica de la situación. Me pregunto en qué momento perdemos la capacidad de extrañarnos en esa situación, la capacidad de sentirnos violentos y de criticarla como inadecuada, la capacidad de pensar en el paciente como un otro igual a nosotros.
Tal vez sería un buen proyecto de investigación de cara a descubrir cómo y cuándo retrasar en lo posible esta, por el momento, casi imposible inmunización.
Lo que está claro es que lo perdemos incluso antes de saber cómo se utiliza correctamente un fonendo.

Tiempo para lo importante…

Esta no es una entrada sobre las cosas importantes de la vida, sino sobre lo que debe ser importante en la labor diaria de un/a médic@. La semana pasada dos pacientes me contaron la misma historia. Los dos tienen enfermedades crónicas que son actualmente parcialmente incapacitantes para su vida diaria (trabajo/estudios); los dos son jóvenes, empezando a fraguar una vida adulta; los dos requieren, por la complejidad del manejo terapéutico, ser atendidos en unidades especializadas (unidades específicas de su patología). Y los me contaron la misma experiencia: «no me escuchan…es posible que l@s médic@s de esa unidad sean los mejores para tratar esta enfermedad…pero a mí no me escuchan…no me dejan contar mi historia/tengo que contar lo que me ocurre cada vez que voy…siento que no me creen cuando cuento lo que siento y lo que me ocurre…¿a dónde puedo acudir?…no me apetece ir más allí».

men16Debo reconocer mi impotencia. Yo no tengo la experiencia ni los conocimientos ni el acceso a los medicamentos para poder ayudarles en sus dolencias. Por lo tanto, yo necesito el apoyo «clinico», pero no necesito que me los devuelvan desilusionados y deseperanzados. Ok. Yo me encargo de la parte emocional, de tratar el impacto en sus vidas, de buscar alternativas, de permitirles expresar sus miedos… pero eso no es suficiente. La medicina es a la vez ciencia y humanidad.

¿Por qué traer este tema aquí hoy? Continuar leyendo «Tiempo para lo importante…»

In-corporar. Comentarios sobre Illness, de Havi Carel (I)

He comenzado a leer el libro de Havi Carel, Illness, the Cry of the Flesh. Havi Carel es una filósofa que escribe sobre el significado de la enfermedad desde la filosofía. Aquejada de una grave enfermedad pulmonar, comenzó a preguntarse qué podía aportar la filosofía a la comprensión de la enfermedad. Ya en la introducción explica cómo tuvo que aprender a traducir los conceptos filosóficos para que pudieran ser comprendidos por médicos. Y lo consigue (auqnue tal vez yo no soy una buena crítica en este tema, porque algo de filosofía soy capaz de leer).

Jacket image for IllnessEn este libro comienza por contar su experiencia, su descubrimiento de la limitación y el  miedo asociado a ser diagnosticada de una enfermedad limitante y amenzante que ponía en oscuro y en duda su propio futuro vital.

El primer capítulo explica la base de su explicación de la enfermedad. Se apoya en la filosofía de Marleau-Ponty. Marleau-Ponty es un filósofo del siglo XX (de esos que nunca nos explicaron en el bachillerato por ser demasiado actual) que escribió sobre la fenomenología de la percepción. Para este autor, el elemento fundamental en nuestra existencia es el cuerpo. En contra de la idea cartesiana (de Descartes) de que somos alma y cuerpo y de que lo fundamental es el alma (que provisionalmente se encuentra en el cuerpo), Marleau-Ponty explica que solo «somos» en «un cuerpo». Todo lo que somos y nuestra relación con el mundo se establece porque tenemos un cuerpo. Este cuerpo es a la vez «objetivo» (puede ser medido, pesado, analizado, dividido en partes) y «subjetivo» (es el recipiente de nuestros deseos, anhelos, pensamientos, relación y comprensión del mundo, el asiento de nuestra subjetividad). Continuar leyendo «In-corporar. Comentarios sobre Illness, de Havi Carel (I)»

Medicina Narrativa: herramienta para la dignidad

narrarEl Código Deontológico de la profesión médica, en su artículo 5.1, obliga a respetar la dignidad de la persona. Este, el de la dignidad, es uno de los conceptos más complejos que hay, ya que se trata de un término sin una definición exacta, que se descubre más bien por su falta (es decir, por la indignidad). Respetar la dignidad tiene que ver con elementos mucho más complejos que buscar pijamas adecuados en el hospital para que el paciente no se sienta desnudo o darle los buenos días antes de empezar la consulta.

Hace poco he descubierto un artículo que relaciona la dignidad con la práctica de la medicina narrativa. Es más, los autores concluyen que para poder tratar de manera digna a los pacientes es necesario aplicar los principios de la medicina narrativa. El artículo fue publicado en 2010, en la revista Bioethical Inquiry, y sus autoras son Annie Parsons y Claire Hooker (PARSONS, Annie y HOOKER, Claire(2010), Dignity and Narrative Medicine. Journal of Bioethical Inquiry. 2010. Vol. 7, no. 4, p. 345-351).

En primer lugar analizan el concepto de dignidad, empezando por la idea katniana de dignidad como valor que obliga a considerar al hombre como un fin y nunca como un medio. Dentro de la amplia bibliografía existente sobre la idea de dignidad, se puede ir desde la consideración de que es un término inútil que debería ser sustituido por el de autonomía (definida dentro de los principios de la bioética médica principalista) hasta quienes lo llevan a la complejidad de la dignidad en las relaciones humanas y el contexto social.  Este aspecto relacional de la dignidad también tiene que ver la co-creación de la intersubjetividad.

Para otro autor (Jacobsen) la dignidad en la relación humana tiene cuatro elementos: la posición de cada actor, las relaciones entre los actores, el lugar donde se desarrolla la interacción, y los elementos del orden social en que tiene lugar el encuentro. Estos cuatro elementos tienen mucha similitud con los elementos de una narración: el argumento, la forma, el tiempo y el marco.

Más allá de esto, la narrativa ocupa un lugar fundamental en la idea de la dignidad. ¿Por qué? Continuar leyendo «Medicina Narrativa: herramienta para la dignidad»

De dogmas, sociedad, medicina y vacunas.

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Vivimos en una sociedad asentada en dogmas. Un dogma, dejando aparte su parcela religiosa, es un, según el DRAE: «Proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia» y también «fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión«. Una sociedad basada en el dogma requiere de verdades que no necesite reflexionar, que no puedan ser cuestionadas y que den seguridad a las decisiones de la vida diaria. Para más complicación, nuestros dogmas son moralizados, es decir, calificados en general como buenos o malos. Esto supone dar carácter de norma moral a estos dogmas y, por tanto, califica a quienes se adhieren o no a ellos.
Ser una sociedad dogmática facilita mucho la vida. Requiere gastar poca energía en pensar y en reflexionar, evita que nos cuestionemos a nosotros mismos y a nuestras decisiones y hace mucho más fácil la educación, puesto que es más sencillo enseñar contenidos que enseñar a pensar. Ser dogmáticos implica ser económicos en el uso de nuestra capacidad cognitiva.
La práctica médica y la subcultura médica no está libre de esta tendencia al dogma. Y la transmisión de ellos a los pacientes casi nos convierte en sacerdotes de una nueva religión, la salud.
Pero, tal vez deba poner ejemplos para apoyar mi tesis. Recuerdo una paciente con diabetes, absolutamente descontrolada y…desconcertada. Tras una profunda entrevista valorando sus hábitos dietéticos, la paciente exclamó: «Pero si yo estoy haciendo las cosas bien. Me han dicho la fruta es buena para la diabetes. Pues yo me como todos los días un kilo de mandarinas. ¡No entiendo porque voy mal con el azúcar!» Ergo, si la fruta es buena, mucha fruta es mejor. Esta es solo una de las consecuencias de nuestra tendencia a resumir cualquier intervención sanitaria con un «..es bueno…» o un «…es malo…» para la salud.
¿Por qué saco esto a la palestra? Continuar leyendo «De dogmas, sociedad, medicina y vacunas.»

Empatía, simpatía, compasión…

Descubro con sorpresa un artículo: «fabrican robots capaces de entender a las emociones de los clientes«. El artículo dice literalmente que este nuevo » robot-humanoide capaz de comunicarse con las personas y entender sus emociones…» «…saldrá a la venta por unos 1.400 euros, pese a lo avanzado del robot, robotque además de escuchar, entender los mensajes y hablar, cuenta con una pantalla parecida a una tableta para mostrar información y comunicarse». Escuchar, entender y hablar. ¿Nos estaremos acercando a disponer de robots capaces de hacer lo que la medicina moderna ha conseguido negarse a sí misma?

Es curioso pensar que la tecnificación de la medicina ha supuesto una pérdida progresiva de la humanidad de la misma. Por eso se promueven, afortunadamente cada vez más, proyectos de humanización de la práctica sanitaria. Profesionales preocupados por la deshumanización, profesores de ciencias de la salud comprometidos con formar nuevos profesionales capaces de mirar a los ojos  a los pacientes, iniciativas profesionales que invitan a mirar, cursos de comunicación, la empatía como «religión», etc. etc. Y resulta que otros lo solucionan poniendo emociones en la tecnología. ¿Habrán claudicado en la humanización de los humanos? Continuar leyendo «Empatía, simpatía, compasión…»

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