Leo, con angustia, el «vía crucis» que las estructuras laborales y profesionales están haciendo pasar a la Dra. Mónica Lalanda. Como seguidora de su blog, admiradora de su capacidad artística y lectora de sus publicaciones sobre ética médica, me siento consternada. Como médica me siento apaleada.
Es curioso, pero la mayor parte de los médicos en ejercicio actualmente no han recibido más formación en ética médica que la que ellos voluntariamente hayan querido tener. Y, en mi impresión personal, el esfuerzo de las organizaciones profesionales por poner la ética médica en la cabeza de todos los profesionales no ha sido especialmente fructífero. Lo curioso es que el primer libro realmente interesante para atraer a estudiantes y profesionales a la ética médica y, en concreto, al Código Deontológico, es de la Dra. Lalanda. Y posiblemente por esta desidia colectiva, encontramos en las normas elementos que nos sorprenden y nos resultan anacrónicos en el siglo XXI, como lo son los artículos esgrimidos en su contra por su denunciante (art.38.3 del Código de Deontología Médica).
Nunca había hecho demasiado caso a ese artículo. Realmente nunca había tenido demasiado interés en las Comisiones Deontológicas, y aparte de emitir algunos informes interesantes, no me parecía que tuvieran mucha influencia en el ejercicio profesional. Ahora todo ha cambiado. ¡Gracias, Mónica! Eso también es un triunfo tuyo.
Aparte de querer dar un «abrazo virtual» a Mónica, aunque no nos conocemos, y transmitirle todo mi apoyo y mi ánimo en la lucha que tiene por delante, mi cabeza (y mi blog) se llena de preguntas que espero que alguien (especialmente alguna Comisión Deontológica) sepa y pueda responder en el futuro:
- Sobre la precariedad laboral (de lo que algo también sé) y su denuncia :
- El Consejo General de Colegios de Médicos lleva varios años denunciando la precariedad laboral de los médicos (ver aquí, aquí, aquí , aquí, e incluso promoviendo una encuesta anual sobre la precariedad). En todos los casos, la precariedad se convierte en un problema ocasionado por un ente abstracto (el sistema de salud, tanto público como privado) que no tiene nombre ni apellidos ni (sorprendentemente) profesión. De hecho, cuando escuchas a algún médico hablar de precariedad suele acusar a los políticos (término tan abstracto como el sistema) o a sus secuaces (elegidos por los políticos). ¿Se ha planteado el CGCOM (y los Colegios Provinciales) que muchas de las personas que mantienen y sostienen la situación de precariedad también son médicos colegiados? Porque, seamos sinceros, el porcentaje de puestos de responsabilidad en sanidad que están ocupados por médicos es elevado. Por tanto, es razonable pensar que un número elevado de «contratadores» que contratan en precario a médicos y médicas, son también médicos/as colegiados. Sin embargo, no hay una sola mención a obligaciones éticas de estos médicos hacia los otros, ni el código explicita en ningún sitio (o yo no le sabido encontrar) que la explotación laboral de los compañeros sea una infracción ética (parece, aunque espero que no sea así, que basta con malcontratar educadamente y en privado para cumplir con la deontología).
- Cuando una médica, altamente cualificada, con años de experiencia a sus espaldas y con familia, lanza un grito de «no puedo más», abandona su trabajo «precario» (y trabajar es esencial para sobrevivir en nuestra sociedad) y comparte su profunda decepción y sus motivos para abandonar, alguien se siente ofendido. Y el/los ofendido/s, que han participado (directa o indirectamente, por acción u omisión) en el proceso de «quemado» de esta profesional, hacen uso de un «truco formal» para intentar hundirla aún más (si no estás conmigo, no estará con nadie). ¿No se parece esto a un proceso de violencia sistematizado?
- Podemos hacer denuncias genéricas públicas, pero cuando las historias bajan a la realidad de una persona concreta, ¿el denunciante se convierte en culpable, el agraviado en agraviante? ¿Deberemos, pues, quedarnos en lo general y olvidar las historias concretas de personas concretas?.
- Sobre la libertad de expresión de los médicos (aquí aún sé menos y tengo más dudas):
- Si, como dice el Código, las diferencias entre médicos deberán resolverse en privado y como mucho en el ámbito profesional y colegial, ¿dónde deja la ética formal el derecho de un médico-empleado a acudir a los tribunales para denunciar los contratos basura firmados por otro médico-jefe? Puesto que sería una «polémica pública», ¿no deja esto en desventaja a todo médico empleado por terceros médicos?
- ¿En qué situación se colocan los médicos colegiados y representantes sindicales cuando critican abiertamente e, incluso, rudamente, a gerentes, directores médicos, consejeros que sean también médicos colegiados?¿Se arriesgan a que el ofendido les denuncie en su Colegio Profesional y éste se vea «obligado» a sancionarlos? Tampoco he encontrado ninguna mención en el código a las excepciones que toda norma demasiado amplia debe tener. ¿No es esta actuación también una polémica pública?
- Y si los conflictos deben solucionarse en privado, ¿en que situación queda el médico que está en el lado más débil de la relación laboral? Porque, seamos sinceros, ¿alguien cree que si hablo en privado con el jefe que me hace los contratos mes a mes desde hace años va a cambiar de actitud? Y si se deben dirimir en el colegio profesional ¿tiene el colegio alguna forma de corregir u obligar a corregir los sistemas de contratación? Porque si no es así, no parece que eso vaya a proporcionar ningún alivio a los médicos en precario.
- ¿Pueden los colegios sancionar con repercusiones legales que van más allá de la acción colegial (suponen perder el trabajo) a quien hace uso de derechos colectivos reconocidos por leyes superiores, como es la libertad de expresión?
- Sobre el Código Deontólogico (y aquí sí que no sé nada):
- ¿Debemos considerarlo un documento ético o un documento legal? Si su fuerza es suficiente para dejar a un profesional fuera de la profesión (sancionado por las leyes formales que no le dejan trabajar sin colegiarse) ¿no funciona exactamente igual que cualquier otro código legal, con la diferencia de que el «derecho al uso de la fuerza sancionadora» lo delega el estado en los colegios? ¿es entonces un elemento para promocionar el comportamiento ético o es simplemente un documento para controlar el comportamiento definido como ético?
- ¿Es suficiente para analizar una conducta?¿No debe la ética tomar en consideración todos los elementos de un caso y no solo los que están recogidos formalmente en un código? Y si recogiera todos los elementos de un caso ¿es menos ética la denuncia pública de una situación insostenible que el mantenimiento cómplice de compañeros médicos en esa situación insostenible?
- ¿Debe la Deontología Médica plegarse al poder institucional establecido proporcionando más apoyo a quien ya ostenta una situación de poder previa frente a quienes están en posiciones de menos poder?¿O debería ayudar a compensar esa diferencia de poder que se da en los entornos laborales?
Como ya expresé al principio, tengo miedo. Miedo por Mónica y su futuro y miedo por todos nosotros (como médicos) y nuestro futuro. Cuando oigo campanas de «unidos, mejoraremos nuestra situación«, me acuerdo de que somos muchos, variados y en diferentes situaciones, y que lo que puede mejorar la situación de unos, está en muchos casos en manos de otros (que tendrían que renunciar a parcelas ya obtenidas). Y esos otros suelen ser los que tienen mayor poder, no solo en lo laboral, sino también en los profesional y en lo sindical. Y la pequeña seguridad que tenía en que los Colegios Profesionales (bien gestionados) podrían ser un elemento de defensa de todos, se me cae a pedazos. Si la opción de una institución respetable ante situaciones como ésta es recordarnos a todos que debemos callar o asumir las consecuencias, ¿cómo recuperar la confianza?
En honor a la verdad, espero que todo este proceso a la Dra. Lalanda nos sirva para reflexionar como profesionales y como colectivo, para darnos cuenta de que la Ética (incluso la médica) es algo más que un conjunto de artículos en un documento aprobado por un grupo de representantes, que la dignidad de la profesión médica debe ir más allá de responder a quien se siente ofendido por las opiniones públicas críticas sobre su gestión, y que en nuestra sociedad contemporánea no se pueden mantener los mismos límites entre lo privado y lo público que hace 100 años. Y esto es una cuestión pública, porque también el resto de la sociedad tiene derecho a conocer cuales son nuestros principios, nuestras actuaciones y nuestras decisiones como colectivo. Al fin y al cabo, es a la sociedad a quien servimos.
¡Suerte Mónica!
NOTA: se agradecen todas las participaciones que me ayuden a resolver mis dudas.
Querida Mariola
Me ha fascinado tu blog, los razonamientos y as dudas.
Te agradezco de corazón todo lo que dices de mi.
tus preguntas, que son las de muchos, darían lugar a un debate muy interesante y probablemente muy necesario
enhorabuena por tu blog.
un fuerte abrazo
Gracias, por leerlo y por responder. Estoy segura de que tienes ahora cosas más urgentes a las que dedicar tu tiempo. Espero que todo vaya bien y solo sea una «anécdota» para recordar y contar a los nietos.