Hierven las redes sociales por el hecho comprobado de que el mejor modo de solucionar el colapso de las urgencias es una final de Champions. Resurgen de las profundidades los mil y un fantasmas que acosan a los profesionales que ven como la saturación de la sala de espera de cualquier servicio de urgencias (hospitalario o de atención primaria) impide separar el grano de la paja y, lo que es peor, impide dedicar las energías (escasas, como todo) a los pacientes verdaderamente graves. Florecen las ideas de soluciones que parecen tan sencillas que nadie se explica cómo no hay gestor o político con arrestos para ponerlas en marcha y solucionar el problema para siempre. Y me pregunto…si fuera tan sencillo ¿no estaría ya arreglado? 112, atención telefónica, walk-in centres, planes integrales de urgencias, promesas/reclamos de aumento de plantilla, campañas de concienciación, extensas revisiones sobre impacto de intervenciones ya con años de antigüedad o más modernas, etc. etc.
Surgen en las redes sociales algunos de los repetidos mantras de culpabilidad, pues si supiéramos el culpable se acabaría el problema (¿no vivimos acaso en la sociedad de la culpa?) porque la culpa implica causalidad, aunque no siempre la causalidad conlleve culpa. Y ¿quiénes son los aspirantes a culpables?
- ¿La culpa es del sistema porque no pone los recursos necesarios?. ¿La solución: abrir más centros de urgencias, poner más profesionales, abrir más horas?. Por cierto, tengo ganas de conocer a esa señora llamada «sistema», la de cosas que le diría.
- ¿La culpa es de los pacientes que acuden por tonterías, saturan los servicios, cansan a los profesionales?. Bueno, solo unos pocos lo hacen voluntariamente (lo de acudir por tonterías, quiero decir), la mayoría acuden porque adolecen de la tan recurrida, útil y fantástica panacea para todos los problemas de salud y sanitarios: la educación sanitaria.
- ¿La culpa es de los profesionales, de atención primaria porque derivan demasiado, de urgencias hospitalarias porque se entretenien demasiado haciendo pruebas a todo el mundo, de los expertos que profetizan los peores males si no se acude rápido y corriendo a un centro médico, etc.?
- ¿O son otros?
La búsqueda de culpables sobre los que actuar nos distrae del problema principal, conocer el por qué. Sabemos, porque hay un montón de informes, cuántos pacientes van a urgencias, cuántos tenían un problema importante, cuántos van porque su médico no está disponible en ese momento, cuántos van porque saben que hay más medios en un hospital que en el centro de atención primaria, pero ¿sabemos por qué los pacientes creen que lo suyo no puede esperar, que necesitan un montón de pruebas para ser atendidos de forma intensa?¿Por qué los padres corren con un niño con 37ºC? ¿Cuáles son sus miedos, sus creencias, su cultura sanitaria? Porque sinceramente creo que el actual uso (o abuso) de los servicios de urgencias no es una cuestión de educación sanitaria sino de cultura sanitaria. Si el problema fuera de educación sanitaria, como muchos piensan, lo sería por exceso, porque las generaciones previas (el sentido común de las abuelas que tanto se repite como opción) tenían muchos menos conocimientos sobre salud que las actuales y hacían un menor uso de los servicios sanitarios (que además eran más escasos). Cuando los mensajes son contradictorios la respuesta es incierta: «no se automedique» pero «tómese algo antes de venir», «acuda pronto en caso de infarto, ictus…» pero «coja cita para ser atendido por su médico, no venga por cualquier síntoma», desde » la meningitis mata niños, vale la pena comprar esta nueva vacuna» al «cómo puede venir solo por una fiebre». ¿Cómo sabe el paciente donde ponemos nosotros la línea que delimita ambos extremos? Y sí, los pacientes viven en la sociedad de lo inmediato y quieren soluciones rápidas a su problema de salud, nosotros también vivimos en esa sociedad y queremos que nos arreglen ya la saturación de los servicios, que los pacientes cambien su comportamiento ya, tener a disposición todo lo nuevo ya, y eso no nos hace malos.
Y la cultura no se puede investigarse con encuestas, números o experimentos. Conocer la cultura requiere de otros métodos de investigación, generalmente desconocidos para los médicos. El método científico estándar requiere, para obtener un conocimiento valido, de la reducción de los problemas complejos a sus elementos simples, con el fin de que los resultados sean generalizables; pero el comportamiento y la cultura no pueden reducirse a sus componentes o perderemos lo más importante, su complejidad. Por eso mucha investigación sobre la cultura no es generalizable, solo explica un caso concreto. Por eso no es atractiva para los científicos.
En mi humilde opinión, si queremos cambiar el (ab)uso de los servicios de urgencias tenemos primero que comprenderlo. Decía Marc Augé, en su Antropología de los Mundos Contemporáneos, que el antropólogo actual tendría que cambiar el estudio de las culturas extrañas por el estudio de lo extraño en nuestras culturas. Las personas no actúan en respuesta a impulsos irracionales, los comportamientos responden a razonamientos basados en valores, experiencias, creencias, aprendizajes…Si no los conocemos no podemos cambiarlos (e igual no tenemos que cambiarlos sino adaptarlos, no siempre se puede cambiar el curso de un río, a veces hay que construir algún puente) . Ir a urgencias no es una decisión libre e independiente de una persona, al menos no lo es más que no dejar de fumar, que hacer ejercicio, que comer de manera sana o que tomarse la medicación. Y sabemos que hay muchos elementos externos al individuo que modulan estos comportamientos.
Sería una buena idea investigar primero y actuar después. ¿Por qué no invitar y pagar a un investigador social para que haga su tesis haciendo etnografía en el mundo de las urgencias en lugar de asumir que el otro es el que tiene la culpa? No podemos seguir culpando al sistema (porque solo es una forma de sentirnos inocentes a la vez que despersonalizamos y evitamos mencionar a quienes creemos culpables) ni educando a los pacientes como si fuera cuestión de aprobar exámenes ni sobrecargando a los profesionales que terminan cabreados, desanimados y agotados y evitar que los pacientes terminen encontrando un ambiente hostil incluso cuando su preocupación está justificada. Que se puede y se debe hacer investigación cualitativa en urgencias lo dicen incluso en las revistas de su especialidad.
Por supuesto habrá quien piense que lo mejor es poner barreras al sistema: copagos (barrera económica), obligatoriedad de derivación previa (dificultar el acceso), sanciones al mal uso (¿definido por quién?, me pregunto). O insistir en la educación sanitaria (término ambiguo donde los haya, porque si solo los profesionales sanitarios sabemos cuando se debe¿significa que todo el mundo debería estudiar medicina o enfermería?). Pero ¿solucionara eso el problema o solo creará otros?
Creo que no debemos olvidar que la cultura es una co-creación colectiva. Pacientes, sanos (incluidos políticos, profesionales de la comunicación, etc. ) y profesionales sanitarios tenemos un papel en ello, y actuar solo en un lado negando la responsabilidad de otros o dedicarnos a buscar culpas en lugar de causas, no llevará a un cambio.
Pero mientras alguien descubre que podría ser útil financiar este tipo de investigación podríamos preguntarle a los pacientes, sin acritud ni agresividad, ¿por qué cree que lo suyo no puede esperar? Y escuchar la respuesta. Al menos podríamos saber un poco más de nuestro contexto particular.¡ Ah! Y la próxima vez que sintamos el impulso de decirle a alguien «¿por qué ha esperado tanto para venir? Si hubiera venido antes…» Recordemos que no se lo decimos a un paciente particular sino a toda la tribu, que evitará caer en el mismo error otra vez.
Mariola, es un placer leerte. Me alegro de que sigas ahí, compartiendo tu mirada amplia y profunda sobre los temas, que como éste son tan fáciles de manipular, mal interpetrar y banalizar. Gracias por tus reflexiones que me propongo compartir.
Un abrazo. Pura
Gracias a ti por leerme. Escribir me ayuda a ordenar pensamientos pero a veces me cuesta hacerlo público. Y además ahora mi tiempo está ocupado por un pequeño gran proyecto.Espero poder seguir compartiendo. Abrazos, Mariola