¡Sólo una medicina!

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Leo con sorpresa una entrevista difundida a través de Twitter (se ha convertido para mí en un modo de conocer qué camina por el mundo médico), en la que el entrevistado afirma con rotundidad «medicina solo hay una». Entrevista que puede enmarcarse en el amplio movimiento anti-pseudo-ciencia y anti-pseudo-medicina del que ya he escrito en otra ocasión y que tantas ampollas va levantando aquí y allá.

No dudo del compromiso del Prof. Mulet con la sociedad, dada su intensa crítica de lo que considera prácticas dañinas para los pacientes (que lo son en demasiadas ocasiones), ni su profunda formación científica, dado que se dedica a la ciencia. Pero la entrevista me provoca serias dudas sobre el conocimiento que tiene acerca de la medicina. Intentaré explicarme.

Explica el periodista que «En su último libro, ‘Medicina sin engaños’, Mulet desmitifica las medicinas alternativas y pone en evidencia algunos engaños, además de mostrar cómo ciertas prácticas constituyen “un mero negocio a costa de la salud y el dinero de quienes acuden a ellas”.» Loable y necesaria tarea. Sin embargo, de la crítica a prácticas engañosas no se puede deducir la absoluta ¿bondad? de la práctica contraria.

Podría empezar por decir que afirmar que «medicina solo hay una» se da un aire más a proclama religiosa que a afirmación científica. Desgraciada o afortunadamente, todos vivimos inmersos en una cultura determinada, y en la nuestra, de profundas raíces judeocristianas, la oposición «bien-mal» impregna áreas alejadas de la religión. De modo que si algo es malo lo contrario es bueno, y ambos son absolutos: si las «medicinas alternativas o pseudo-medicinas» (escoja el lector término en función de sus preferencias) son malas se deduce que la «medicina o medicina ortodoxa» es buena (o al contrario, como la medicina es buena, las otras son malas). No hay grises, solo blanco o negro. El relativismo, uno de los pecados «capitales» de la sociedad contemporánea para las religiones del libro, no tiene cabida tampoco en esta evaluación  de las medicinas. Como vacuna contra el absolutismo de los extremos confieso que me gusta la «virtud del medio» aristotélica.

Para más preocupación, prosigue con un «solo hay una medicina, la que tiene base científica, porque todos sus tratamientos han superado ensayos clínicos controlados y publicados.» Aunque tengo la impresión de que debería sentirme halagada, al pertenecer al grupo de los que practican (o al menos, intenta practicar) esa medicina, he sentido un profundo terror al leer esto porque me debo haberme perdido algo en el camino. Afirmar que «todos» los tratamientos médicos «han superado ensayos» es tan fantasioso como decir que «el agua tiene memoria» (práctica que el entrevistado crítica en sus escritos). «Algunos» tratamientos han superado ensayos (en mayor proporción los farmacológicos que otros), muchos son ensayos controlados (afortunadamente), y algunos se publican (no parece haber oído nada del sesgo de publicación), pero ¿todos?  ¡Ya nos gustaría!. Muchos de los resultados son «esto no es mejor que placebo», o sea, que para muchas enfermedades sabemos lo que no funciona pero no sabemos si hay algo que funciona. Y mucho de lo que hacemos cada día es acierto-error.

Existe la creencia de que la ciencia no tiene ideología , especialmente entre los científicos, un mito de objetividad. Y ello lleva a discursos como el presentado en esta entrevista. Tras las afirmaciones del científico se muestra una profunda ideología, una idea concreta sobre la enfermedad (idea que es creencia y no ciencia puesto que no es demostrable ni falsable sino producto de una elección personal). «Al no ser médico ni escritor profesional, preservo mi independencia, y puedo decir lo que quiero porque no tengo relación con ningún colegio médico o farmacéutica», afirma el entrevistado. Pero nadie es independiente, todos llevamos una mochila de experiencias, conocimientos, prácticas y creencias que modulan nuestras creaciones (sean ciencia, escritura o cocina…). Y quien eso afirma se dedica a una actividad científica (bioquímica) que intenta encontrar el mecanismo último (químico) que explica la vida y sus procesos. Así que parte de una concreta visión del mundo y, por tanto, de la medicina, que no es neutra ni independiente. Es más, decir lo que queremos es atributo de todos (ya lo hago yo también) y no es, por sí mismo, criterio de validez.

Transmite la entrevista que solo  existe un modo de enfermar, el que tiene un demostrable trasfondo físico (lesión anatómica), metabólico (lesión fisiológica) o tal vez genético (que no deja de ser también físico). Para ese modo de enfermar único sería posible encontrar una medicina única. Sin embargo, y es posible que en esto estén de acuerdo conmigo la mayoría de los médicos (escépticos, alternativos, ortodoxos y demás tribu), lo cierto es que existen miles de formas de enfermar, casi tantas como pacientes, culturas, ideologías, etc. podemos encontrar en la rica experiencia de una consulta. Si incluso se enferma de «no enfermedades». Sinceramente tengo mis dudas de que una única medicina sea capaz de responder a las múltiples formas de enfermar. Por supuesto, habrá quien diga que el error está en pensar que hay muchas formas de enfermar, que las enfermedades son las que son y tienen que tener una definición oficial, o una lesión anatómica, o un trastorno bioquímico o un fallo en el ADN (depende en qué época de la historia de la medicina nos coloquemos) pero eso supone considerar que la definición de enfermedad es propiedad y atributo de unos pocos (lo que no deja de ser ideología) porque decidir cómo y quién debe sentirse enfermo no se puede resolver con un ensayo clínico controlado.

Dejar que la ciencia se apropie de la medicina es peligroso, para los profesionales y para los pacientes.  Tan peligroso como dejar que la medicina obvie la ciencia. La medicina gira en torno a la relación entre el enfermo (que lleva la enfermedad consigo) y el profesional  (que lleva el conocimiento médico), y sobre las experiencias, creencias, expectativas, valores, en fin, sobre la vida de ambos. No puede ser reducida a los resultados de un ECA o un meta-análisis y explicada solo por ellos.

No significa esto que apoye la práctica de determinadas «medicinas» (y alabo los esfuerzos por descubrir sus errores) pero tampoco apoyo la implantación de un régimen «cientifista» ni en la medicina ni en la sociedad. Bastante nos ha costado superar la hegemonía de una sola idea para explicar el mundo (la Ilustración ocurrió hace mucho tiempo y aún estamos en pañales) como para volver atrás sustituyéndola por otra idea única. Tampoco pretendo criticar ni desprestigiar al Prof. Mulet que hace una labor encomiable para aumentar la cultura científica en relación a la medicina. Solo intento reflexionar sobre el riesgo de dar respuestas absolutas y esta entrevista me lo ha puesto fácil.  Es necesaria la colaboración interdisciplinar para mejorar la medicina contemporánea, pero colaborar no significa definir lo que el otro debe ser. La medicina, en mi opinión, bebe de muchas fuentes y no es vasalla de un solo señor (ni aunque ese señor sea la ciencia).

Recomiendo la lectura de ¡Cuidado! La ciencia mal entendida también es pseudociencia. Y sobre todo recomiendo reflexionar sobre lo que creemos que es la medicina. No creo que lleguemos nunca a una respuesta que no esté situada históricamente y sea universalmente válida, pero tener una respuesta válida para cada uno es un buen punto de partida para mejorar.

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