Esto solo es una reflexión a partir de una experiencia.
Una de las habilidades que más me gustó aprender de las humanidades y las ciencias sociales fue la capacidad de “extrañeza”, de forzarte a mirar lo de siempre desde otra perspectiva, como si estuvieras fuera y no dentro de la experiencia. Y pensar ¿qué pensaría alguien que no compartiera mis presupuestos culturales al ver esto?
Esta semana he estado en un homenaje muy emocional y emocionante a un colega de profesión fallecido. Pero el mismo hecho del homenaje me creó una contradicción.
Al principio piensas ¡Qué guay que tus compañeros de profesión te hagan un homenaje, has dejado huella!
Pero luego, cuando escarbas un poco, empiezas a sentirte un poco confrontado con los valores que se muestran:
- ¡Era un gran profesional! Ponía el hospital y sus pacientes por delante de todo: de sí mismo, de su familia (que se quedaba muchas veces esperando horas para poder ir a comer), incluso intentaba veranear cerca, por si acaso lo necesitaban.
- Era un gran padre. Solo lo veíamos unos pocos minutos cada día, pero nos dejó huella y estamos orgullosos.
No quiero disminuir esos valores, pero sí hacer visible el patrón que difunden: el del médico que renuncia a sí mismo, a su familia, y lo entrega todo por sus pacientes.
No está mal optar por esa forma de vida, pero convertir esa opción en aquella a la que damos bombo no deja de ser contradictorio en una época en la que luchamos por conseguir que se reconozca el derecho de los y las médicas a conciliar, a tener familia, a tener ocio, a ser personas con una vida rica más allá de la profesión. ¿Qué se trasmite a las nuevas generaciones? Tú cuídate, pero solo te vamos a valorar de verdad si no lo haces. Puedes tener familia y ser madre/padre, pero si no relegas a tu familia siempre por detrás de tus pacientes, aquí no te recordará nadie.
¿Os imagináis un homenaje en el que se diga del homenajeado/a: supo ser gran profesional a la vez que tuvo una vida familiar y personal enriquecedora, una vida que le proporcionaba perspectivas que enriquecían su práctica profesional?
Por supuesto, la imagen del “médico-mártir” es incompatible con el cambio social, con la feminización (no porque no haya médicas mártires, sino porque, en general, las mujeres hemos introducido la necesidad de la conciliación y el equilibrio trabajo-familia en medicina), con nuevas formas de entender la relación trabajo-profesión-vida.
En este sentido, es importante saber que no basta con palabras, los actos también son discursivos. Si el jefe de servicio les dice a los residentes: tenéis que cuidaros, pero luego se queda a trabajar en el hospital hasta las 22h, no va nunca a la función del cole ni al cumple de sus hijos, y solo sale a comidas de trabajo, ¿qué mensaje se da?
Por eso, mi pregunta es ¿realmente la profesión médica y sus sociedades/instituciones/asociaciones tienen interés en que mejoremos nuestro autocuidado? O ¿solo son palabras de moda?