Estrechez y fronteras

La Medicina es un campo de conocimiento bastante celoso de sus límites. En España, de modo general, es difícil que te encuentres en tu formación con profesores y mentores que procedan de otros “mundos”.

Las asignaturas que son impartidas por profesores ajenos al mundo estrecho de la medicina son escasas. Por “mundo” me refiero a médicos clínicos habitualmente de hospitales terciarios, médicos científicos de las facultades y científicos de la medicina no médicos.

Esto no es ni bueno ni malo de manera objetiva. Es simplemente una característica que, a la vez, es síntoma y causa de la cultura de la medicina. Si es positivo o negativo depende del modo en que entendamos la medicina y su filosofía.

En mi opinión supone la creación de un universo filosófico, ideológico y cultural propio, bastante impermeable a otros conocimientos. Y creo que sería positivo dejarse contaminar por otro saberes. Sobre todo porque la medicina, como práctica, está profundamente imbricada en la vida real de las personas. Y la vida real requiere mucho más conocimiento que la ciencia.

¿Por qué es tan dura la piel de la medicina que no deja entrar ni permear a casi nada externo? Tengo varias hipótesis:

– la creencia de que un/a médico/a solo necesita para su tarea los conocimientos tradicionalmente clasificados como medicina (anatomía, fisiología, patología, terapéutica, MBE…). Todo lo demás o sobra o es exotismo o está equivocado. Sería una hipótesis de “soberbia epistémica”.

– la incapacidad de descubrir que hay más que medicina en la propia medicina. Como práctica social se enriquecería de muchos otros saberes, pero no sabemos ni de su existencia: hipótesis de “ignorancia epistémica

– la falta absoluta de tiempo para interesarte por otros saberes, enterrado en miles de páginas de apuntes (hoy pdfs) y con el terror a fallar un solo test que te coloque por detrás de cualquier otro: hipótesis de la “esclavitud/ explotación/opresión epistémica

– está también la “hipótesis de las lentejas”: dejar entrar a otros deja menos en el reparto y, claro, esto influye en los ingresos totales de cada uno de los implicados.

– el miedo a que los cimientos firmes en los que creo apoyada mi visión del mundo, la enfermedad, los pacientes y mi propio sentido de la vida y de mi sentido puedan verse resquebrajados, tambaleados o incluso destruidos: hipótesis del “miedo existencial”.

Seguro que hay otras hipótesis, pero no se me ocurren por el momento.

Hay que tener claro que el cierre de las fronteras no es inocuo. Nos deja ciegos a otras posibilidades y, a la vez, facilita la cohesión al evitar que haya disidencias generadas por otras formas de mirar. Nos convierte en una subcultura homogénea, fácil de defender (las ideologías férreas no tienen fisuras y sus defensores nunca dan su brazo a torcer) y evita las incertidumbres del pensarse cada día y de elegir cambiar. Pero, si la medicina es una práctica de servicio a la humanidad ¿puede permitirse ignorar que la humanidad y sus saberes no son estables, firmes y solo científicos o que solo la ciencia no es capaz de explicar al ser humano en tanto que humano?

¿Poesía o prosa?

Mario Cuomo said that politicians campaign in poetry but govern in prose. Medicine is the same. In the abstract, the practice of medicine is poetry, filled with grace, sacrifice, and beneficence. But the practice of medicine is prose, a grind of stress and drudgery. Medicine, in the ideal, gets me out of bed each day. I am profoundly satisfied with, and proud of, my work. There is nothing I would rather do. The reality of medicine, however, makes me complain when someone shows up for that 4:40 Friday afternoon appointment that I chose to include on my schedule.

Adam Cifu, MD: Friday Reflection 36: Why Don’t Doctors Want to See Patients? Sensible Medicine

Traducción aproximada (google traductor mediante): Mario Cuomo decía que los políticos hacen campaña con poesía pero gobiernan con prosa. La medicina es la mismo. En abstracto, la práctica de la medicina es poesía, llena de gracia, sacrificio y beneficencia. Pero la práctica de la medicina es prosa, una rutina de estrés y trabajo pesado. La medicina, en el ideal, me saca de la cama todos los días. Estoy profundamente satisfecho y orgulloso de mi trabajo. No hay nada que prefiera hacer más. La realidad de la medicina, sin embargo, me hace quejarme cuando alguien se presenta a esa cita del viernes a las 4:40 de la tarde que yo mismo había elegido incluir en mi agenda.

Me ha encantado el uso de la palabras: poesía y prosa. Es cierto que de manera intuitiva asociamos lo poético con lo bello, lo idílico, aquello lleno de metáforas, imágenes, colores y emociones. La poesía nos lleva a pensar en la alta cultura, en lo trascendental, en lo que supera las mundanas tareas de cada día. La poesía es un enigma que nos hace ver el mundo de otra manera.

La prosa es mucho más prosaica (no lo es siempre, por supuesto, pero incluso hablamos de prosa poética cuando está llena de características más propias de la poesía). La prosa nos pone los pies en el suelo, habla de la realidad, de lo que vemos y tocamos cada día. La prosa, en muchísimas ocasiones, mediante la novela, el relato corto, etc. nos muestra el lado oscuro de la vida. Y lo hace de manera cruda.

Es lógico que si solo esperas poesía, la prosa de cada día termina por ser tediosa, agobiante, aburrida. A veces demasiado repetida (tareas burocráticas, enfermedades “menores”, sufrimientos que no conseguimos aplacar). Si esperas poesía y recibes solo prosa puedes acabar por cansarte de la historia.

Pero también podemos aprender a descubrir los pequeños momentos de poesía que hay en todo texto en prosa: esas miradas, esas “gracias”, esos suspiros de esperanza, esos momentos de “clínica perfecta”, de “diagnóstico de libro”, ese vínculo que nace y crece entre pacientes y nosotros, ese sentirnos parte de su historia y a ellos parte de la nuestra. Es un poco como mirar al cielo con ojos de niños: donde podríamos solo ver un acúmulo de gotas microscópicas condensadas por los cambios de temperatura del aire, podemos descubrir la cabeza de medusa, la trompa de un elefante o el sombrero de una bruja. 

No es la solución a todos nuestros problemas. Pero la profesión es compleja y los pequeños momentos de poesía son los que le dan ese sentido profundo, trascendental, esa energía interior que nos hace sentir vivos y en el lugar adecuado.

La médica perfecta. Delirios geométricos

Llevo tiempo dándole vueltas a esta idea. ¿Hay una forma perfecta de ser médica? ¿Hay una combinación perfecta de cualidades, habilidades, conocimientos, que hacen de una persona una médica perfecta?¿Cómo expresar esa combinación. si la hay?¿La hay?¿O es posible determinar un único marco de referencia para practicar la medicina y entonces no hay que hacer ninguna combinación? entonces he cogido un lápiz y siguiendo algunos de las propuestas de Javirroyo en Dibujo, luego pienso, me ha salido algo curioso.

Leonardo da Vinci dibujó al Hombre de Vitruvio para mostrar el modo en que el hombre (no la mujer) perfecto se encajaba en dos imágenes geométricas, el círculo y el cuadrado. ¿En qué figura geométrica encajaría la médica perfecta?

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¡Valores! ¿Qué valores? La coherencia entre actos y discursos.

Esto solo es una reflexión a partir de una experiencia.

Una de las habilidades que más me gustó aprender de las humanidades y las ciencias sociales fue la capacidad de “extrañeza”, de forzarte a mirar lo de siempre desde otra perspectiva, como si estuvieras fuera y no dentro de la experiencia. Y pensar ¿qué pensaría alguien que no compartiera mis presupuestos culturales al ver esto?

Esta semana he estado en un homenaje muy emocional y emocionante a un colega de profesión fallecido. Pero el mismo hecho del homenaje me creó una contradicción.

Al principio piensas ¡Qué guay que tus compañeros de profesión te hagan un homenaje, has dejado huella!
Pero luego, cuando escarbas un poco, empiezas a sentirte un poco confrontado con los valores que se muestran:

  • ¡Era un gran profesional! Ponía el hospital y sus pacientes por delante de todo: de sí mismo, de su familia (que se quedaba muchas veces esperando horas para poder ir a comer), incluso intentaba veranear cerca, por si acaso lo necesitaban.
  • Era un gran padre. Solo lo veíamos unos pocos minutos cada día, pero nos dejó huella y estamos orgullosos.

No quiero disminuir esos valores, pero sí hacer visible el patrón que difunden: el del médico que renuncia a sí mismo, a su familia, y lo entrega todo por sus pacientes.

No está mal optar por esa forma de vida, pero convertir esa opción en aquella a la que damos bombo no deja de ser contradictorio en una época en la que luchamos por conseguir que se reconozca el derecho de los y las médicas a conciliar, a tener familia, a tener ocio, a ser personas con una vida rica más allá de la profesión. ¿Qué se trasmite a las nuevas generaciones? Tú cuídate, pero solo te vamos a valorar de verdad si no lo haces. Puedes tener familia y ser madre/padre, pero si no relegas a tu familia siempre por detrás de tus pacientes, aquí no te recordará nadie.

¿Os imagináis un homenaje en el que se diga del homenajeado/a: supo ser gran profesional a la vez que tuvo una vida familiar y personal enriquecedora, una vida que le proporcionaba perspectivas que enriquecían su práctica profesional?
Por supuesto, la imagen del “médico-mártir” es incompatible con el cambio social, con la feminización (no porque no haya médicas mártires, sino porque, en general, las mujeres hemos introducido la necesidad de la conciliación y el equilibrio trabajo-familia en medicina), con nuevas formas de entender la relación trabajo-profesión-vida.

En este sentido, es importante saber que no basta con palabras, los actos también son discursivos. Si el jefe de servicio les dice a los residentes: tenéis que cuidaros, pero luego se queda a trabajar en el hospital hasta las 22h, no va nunca a la función del cole ni al cumple de sus hijos, y solo sale a comidas de trabajo, ¿qué mensaje se da?

Por eso, mi pregunta es ¿realmente la profesión médica y sus sociedades/instituciones/asociaciones tienen interés en que mejoremos nuestro autocuidado? O ¿solo son palabras de moda?

¿Sueñan los pacientes con médicos mecánicos?

Ocho menos cuarto de la mañana. Mientras firmo la entrada en el sistema de control de asistencia, pienso en lo poco que quiero estar hoy en el trabajo. No es lo habitual, pero hoy…no soy yo. Tras varias noches de mal dormir, por mi propio cuadro de tos incontrolable, acompañado de malas noches de mi bebé, mi cabeza se niega a funcionar a pleno rendimiento. Para más inri, hace semanas que arrastro una demora de 2 o más días, lo que hace que muchos pacientes acudan sin cita (y no tenga muchas razones para enfadarme) y, casi seguro, faltará algún compañero y aparecerán sus pacientes (o los de los compañeros que hoy hacen la tarde). En fin, que no preveo una jornada cómoda, ni fácil. Y si no es fácil cuando estás al 100%, ¿cómo sobreviviré hoy?

Los pacientes quieren una atención más humana. Pero…¿quieren médicos más humanos?

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En honor a mis dudas…y a Mónica

Leo, con angustia, el «vía crucis» que las estructuras laborales y profesionales están haciendo pasar a la Dra. Mónica Lalanda. Como seguidora de su blog, admiradora de su capacidad artística y lectora de sus publicaciones sobre ética médica, me siento consternada. Como médica me siento apaleada.

Es curioso, pero la mayor parte de los médicos en ejercicio actualmente no han recibido más formación en ética médica que la que ellos voluntariamente hayan querido tener. Y, en mi impresión personal, el esfuerzo de las organizaciones profesionales por poner la ética médica en la cabeza de todos los profesionales no ha sido especialmente fructífero. Lo curioso es que el primer libro realmente interesante para atraer a estudiantes y profesionales a la ética médica y, en concreto, al Código Deontológico, es de la Dra. Lalanda. Y posiblemente por esta desidia colectiva, encontramos en las normas elementos que nos sorprenden y nos resultan anacrónicos en el siglo XXI, como lo son los artículos esgrimidos en su contra por su denunciante (art.38.3 del Código de Deontología Médica).

Nunca había hecho demasiado caso a ese artículo. Realmente nunca había tenido demasiado interés en las Comisiones Deontológicas, y aparte de emitir algunos informes interesantes, no me parecía que tuvieran mucha influencia en el ejercicio profesional. Ahora todo ha cambiado. ¡Gracias, Mónica! Eso también es un triunfo tuyo.

Aparte de querer dar un «abrazo virtual» a Mónica, aunque no nos conocemos, y transmitirle todo mi apoyo y mi ánimo en la lucha que tiene por delante, mi cabeza (y mi blog) se llena de preguntas que espero que alguien (especialmente alguna Comisión Deontológica) sepa y pueda responder en el futuro: Continuar leyendo «En honor a mis dudas…y a Mónica»

«Vanidad de vanidades, todo es vanidad»

Cuando llevas 15 meses sin ir a trabajar el primer día se convierte en un reto mayor que escalar un 8000. De la más básica duda (¿me acordaré de la clave del ordenador?) a la más fundamental (¿habrán cambiado el algoritmo de RCPA?), tienes tantas preguntas en la cabeza que si tuvieras que escribirlas no te daría la jornada laboral. De la angustia de volver a lidiar con la historia clínica electrónica, con el nuevo sistema de IT, pasas a la angustia de disimular que no te acuerdas de los nombres comerciales de los fármacos y ni idea de lo que contienen cuando te dan un nombre (lo que se agrava por el hecho de que llevo algunos años usando solo las DCI).

Pero entonces, ¡ocurre!. Empiezan a entrar los pacientes, TUS pacientes. Dos besos en la puerta y los parabienes anteceden a cualquier pregunta normativa del manual de Entrevista Clínica. La duda que más veces me han planteado mis pacientes (que no son míos, ya lo sé) es ¿fue niño o niña? Debo reconocer que halaga cuando tantas personas tienen interés, la mayoría de las ocasiones sincero, en tu vida.
Pero este proceso de reincorporación, reencuentro y reconocimiento tiene una cara oculta, un riesgo peor que el dimg_0777-1el colesterol alto. Corres un elevado riesgo de caer enfermo de vanidad. «¡Qué bien que ha vuelto! ¡»»Su sustituta no era mala, pero…ya sabe…usted es mi médica.»»¡Cómo usted, ninguna!»»Yo estaba esperando a que volviera para pedir cita» (que ya es esperar, oiga)»Le he preguntado a su marido cuando volvía» (cosas de vivir en el pueblo de al lado), «Usted sí me entiende» «Usted sí se preocupa»»Usted sí que sabe»…y muchas otras expresiones que atacan directamente a la línea de flotación de la vanidad médica. Continuar leyendo ««Vanidad de vanidades, todo es vanidad»»

¡Sólo una medicina!

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Leo con sorpresa una entrevista difundida a través de Twitter (se ha convertido para mí en un modo de conocer qué camina por el mundo médico), en la que el entrevistado afirma con rotundidad «medicina solo hay una». Entrevista que puede enmarcarse en el amplio movimiento anti-pseudo-ciencia y anti-pseudo-medicina del que ya he escrito en otra ocasión y que tantas ampollas va levantando aquí y allá.

No dudo del compromiso del Prof. Mulet con la sociedad, dada su intensa crítica de lo que considera prácticas dañinas para los pacientes (que lo son en demasiadas ocasiones), ni su profunda formación científica, dado que se dedica a la ciencia. Pero la entrevista me provoca serias dudas sobre el conocimiento que tiene acerca de la medicina. Intentaré explicarme. Continuar leyendo «¡Sólo una medicina!»

¿Urgencias versus fútbol?

Hierven las redes sociales por el hecho comprobado de que el mejor modo de solucionar el colapso de las urgencias es una final  de Champions. Resurgen de las profundidades los mil y un fantasmas que acosan a los profesionales que ven como la saturación de la sala de espera de cualquier servicio de urgencias (hospitalario o de atención primaria) impide separar el grano de la paja y, lo que es peor, impide dedicar las energías (escasas, como todo) a los pacientes verdaderamente graves. Florecen las ideas de soluciones que parecen tan sencillas que nadie se explica cómo no hay gestor o político con arrestos para ponerlas en marcha y solucionar el problema para siempre. Y me pregunto…si fuera tan sencillo ¿no estaría ya arreglado? 112, atención telefónica, walk-in centres, planes integrales de urgencias, promesas/reclamos de aumento de plantilla, campañas de concienciación, extensas revisiones sobre impacto de intervenciones ya con años de antigüedad o más modernas, etc. etc.

Surgen en las redes sociales algunos de los repetidos mantras de culpabilidad, pues si supiéramos el culpable se acabaría el problema (¿no vivimos acaso en la sociedad de la culpa?) porque la culpa implica causalidad, aunque no siempre la causalidad conlleve culpa. Y ¿quiénes son los aspirantes a culpables?

  • ¿La culpa es del sistema porque no pone los recursos necesarios?. ¿La solución: abrir más centros de urgencias, poner más profesionales, abrir más horas?. Por cierto, tengo ganas de conocer a esa señora llamada «sistema», la de cosas que le diría.
  • ¿La culpa es de los pacientes que acuden por tonterías, saturan los servicios, cansan a los profesionales?. Bueno, solo unos pocos lo hacen voluntariamente (lo de acudir por tonterías, quiero decir), la mayoría acuden porque adolecen de la tan recurrida, útil y fantástica panacea para todos los problemas de salud y sanitarios: la educación sanitaria.
  • ¿La culpa es de los profesionales, de atención primaria porque derivan demasiado,  de urgencias hospitalarias porque se entretenien demasiado haciendo pruebas a todo el mundo, de los expertos que profetizan los peores males si no se acude rápido y corriendo a un centro médico, etc.?
  • ¿O son otros?

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Y sin embargo… no es ciencia

En los últimos días una polémica emerge en cuentas de twitter que sigo con fruinción, por lo mucho que aprendo de ellos: Vicente Baos, Juan Gervas, Rafael Bravo, Enrique Gavilán. La polémica gira en torno al enfrentamiento medicina ortodoxa vs medicina homeopática, o simplificando ciencia vs pseudociencia. Me resulta muy complejo el debate cuando las intervenciones están limitadas a 140 caracteres, especialmente cuando el tema es tan complejo. Creo que se corre el riesgo de acabar enunciando dogmas en lugar de contribuir a la reflexión. Así que imitando, con mis límites, a Vicente Baos y a Jose Antonio Plaza me atreveré a dar, en formato extensivo, mi opinión.

medicinaciencia¿Qué pondría yo en twitter, de haber participado en este debate? Pues bien, afirmo que la medicina (la que hacemos los médicos) no es una ciencia ni una pseudociencia. La homeopatía ni es ciencia ni es pseudociencia. Y esto es justo un mensaje de twitter (144 caracteres). Pero no se explica por sí mismo y no se puede entender, solo malentender, si lo publicara así. Por eso, estimado lector, si quieres saber por qué afirmo esto, por favor, continúa leyendo. Continuar leyendo «Y sin embargo… no es ciencia»

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