Ocho menos cuarto de la mañana. Mientras firmo la entrada en el sistema de control de asistencia, pienso en lo poco que quiero estar hoy en el trabajo. No es lo habitual, pero hoy…no soy yo. Tras varias noches de mal dormir, por mi propio cuadro de tos incontrolable, acompañado de malas noches de mi bebé, mi cabeza se niega a funcionar a pleno rendimiento. Para más inri, hace semanas que arrastro una demora de 2 o más días, lo que hace que muchos pacientes acudan sin cita (y no tenga muchas razones para enfadarme) y, casi seguro, faltará algún compañero y aparecerán sus pacientes (o los de los compañeros que hoy hacen la tarde). En fin, que no preveo una jornada cómoda, ni fácil. Y si no es fácil cuando estás al 100%, ¿cómo sobreviviré hoy?
Los pacientes quieren una atención más humana. Pero…¿quieren médicos más humanos?
Reconocer la humanidad de los médicos (y las enfermeras, y el resto de trabajadores de la sanidad) supone aceptar que tenemos los mismos problemas que los pacientes. También tenemos enfermedades, familia, problemas. Estamos hechos de carne y hueso, es decir, pasamos frío, hambre, sueño, nos cansamos, nuestras capacidades mentales disminuyen cuando las exprimimos al máximo durante horas sin descanso. Tenemos buenos y malos días. Y si nos presionan demasiado, igual nos rompemos.
Querer que el médico sea humano en el trato con el paciente sin reconocer que es igual de humano que el paciente, lleva a situaciones en las que un paciente se enfada por no recibir una sonrisa a las 4 de la mañana (tras 20 horas de trabajo) porque acude a urgencias por un catarro de dos semanas; en las que el paciente pone una reclamación porque su médico ha ido a comer algo y al baño a las 12 de la mañana porque la hipoglucemia ya no le permite distinguir la receta electrónica del parte de baja; refunfuñar porque el médico se niega a hacer una receta sin cita a las 2 de la tarde cuando aún le quedan varios domicilios por atender y sabe que hoy tampoco recogerá a su bebé en la guardería a la hora pactada.
Soy una firme defensora de la necesidad de re-humanizar la asistencia sanitaria (ya hablaré de mi visión del tema en otras entradas) y creo que es una responsabilidad que debemos asumir los profesionales. Pero me pregunto si es posible humanizar la asistencia sin que los pacientes reconozcan también la condición humana de los profesionales que les atienden. Porque si lo que buscan los pacientes son médicos incansables, infalibles, con una sonrisa tatuada en la cara, que no pierdan el tiempo en comer o ir al baño…tal vez lo que quieren son médicos eléctricos (como los animales de la novela que inspira el título de esta entrada) y entonces ¿cómo buscar una atención más humana?