Llevo tiempo dándole vueltas a esta idea. ¿Hay una forma perfecta de ser médica? ¿Hay una combinación perfecta de cualidades, habilidades, conocimientos, que hacen de una persona una médica perfecta?¿Cómo expresar esa combinación. si la hay?¿La hay?¿O es posible determinar un único marco de referencia para practicar la medicina y entonces no hay que hacer ninguna combinación? entonces he cogido un lápiz y siguiendo algunos de las propuestas de Javirroyo en Dibujo, luego pienso, me ha salido algo curioso.
Leonardo da Vinci dibujó al Hombre de Vitruvio para mostrar el modo en que el hombre (no la mujer) perfecto se encajaba en dos imágenes geométricas, el círculo y el cuadrado. ¿En qué figura geométrica encajaría la médica perfecta?
Esto solo es una reflexión a partir de una experiencia.
Una de las habilidades que más me gustó aprender de las humanidades y las ciencias sociales fue la capacidad de “extrañeza”, de forzarte a mirar lo de siempre desde otra perspectiva, como si estuvieras fuera y no dentro de la experiencia. Y pensar ¿qué pensaría alguien que no compartiera mis presupuestos culturales al ver esto?
Esta semana he estado en un homenaje muy emocional y emocionante a un colega de profesión fallecido. Pero el mismo hecho del homenaje me creó una contradicción.
Al principio piensas ¡Qué guay que tus compañeros de profesión te hagan un homenaje, has dejado huella! Pero luego, cuando escarbas un poco, empiezas a sentirte un poco confrontado con los valores que se muestran:
¡Era un gran profesional! Ponía el hospital y sus pacientes por delante de todo: de sí mismo, de su familia (que se quedaba muchas veces esperando horas para poder ir a comer), incluso intentaba veranear cerca, por si acaso lo necesitaban.
Era un gran padre. Solo lo veíamos unos pocos minutos cada día, pero nos dejó huella y estamos orgullosos.
No quiero disminuir esos valores, pero sí hacer visible el patrón que difunden: el del médico que renuncia a sí mismo, a su familia, y lo entrega todo por sus pacientes.
No está mal optar por esa forma de vida, pero convertir esa opción en aquella a la que damos bombo no deja de ser contradictorio en una época en la que luchamos por conseguir que se reconozca el derecho de los y las médicas a conciliar, a tener familia, a tener ocio, a ser personas con una vida rica más allá de la profesión. ¿Qué se trasmite a las nuevas generaciones? Tú cuídate, pero solo te vamos a valorar de verdad si no lo haces. Puedes tener familia y ser madre/padre, pero si no relegas a tu familia siempre por detrás de tus pacientes, aquí no te recordará nadie.
¿Os imagináis un homenaje en el que se diga del homenajeado/a: supo ser gran profesional a la vez que tuvo una vida familiar y personal enriquecedora, una vida que le proporcionaba perspectivas que enriquecían su práctica profesional? Por supuesto, la imagen del “médico-mártir” es incompatible con el cambio social, con la feminización (no porque no haya médicas mártires, sino porque, en general, las mujeres hemos introducido la necesidad de la conciliación y el equilibrio trabajo-familia en medicina), con nuevas formas de entender la relación trabajo-profesión-vida.
En este sentido, es importante saber que no basta con palabras, los actos también son discursivos. Si el jefe de servicio les dice a los residentes: tenéis que cuidaros, pero luego se queda a trabajar en el hospital hasta las 22h, no va nunca a la función del cole ni al cumple de sus hijos, y solo sale a comidas de trabajo, ¿qué mensaje se da?
Por eso, mi pregunta es ¿realmente la profesión médica y sus sociedades/instituciones/asociaciones tienen interés en que mejoremos nuestro autocuidado? O ¿solo son palabras de moda?
Lo reconozco, soy de esas personas que disfruta(ban) en el trabajo. Me gusta(ba) y me los pasa(ba) bien.
En las últimas dos semanas todo ha cambiado. Y hoy, que empiezo unos días libres, no me arrepiento ni me siento culpable de «abandonar» el barco. De hecho, me da miedo tener que volver en unos días.
Por primera vez en muchos años, me he levantado deseando no ir a trabajar. Hasta he deseado que me subiera un poco la fiebre, que me entraran unas diarreas, o algo así. Hace 4 semanas fui a trabajar afónica, incapaz de articular palabras. fui a trabajar con todos los malestares postvacuna, escalofríos, dolor muscular y cefalea incluidos.
Me pregunto cómo han podido 2 semanas terminar con todo eso, y casi conmigo. No me valen las respuestas simples, porque no creo que sea simple. No se trata solo del número de pacientes, ni de la sensación de estar de nuevo braceando en medio del mar sin que a nadie le importe demasiado si nos ahogamos o no.
El número de pacientes diarios se ha duplicado. Pero no es el número. Porque la verdad es que el extra no es más díficil ni más complejo. Gran parte del trabajo extra y mucho del resto es un trabajo «fácil»: los mismos consejos, las mismas pruebas, la misma levedad, la misma burocracia. Casi no te hace falta pensar. Y estas tareas han sustituido gran parte del trabajo habitual, más complejo, más desafiante, más dificil. Al final, lo cierto es que es más fácil e inmensamente más desagradable. La sensación de inutilidad que te embarga cuando lo que haces lo podría hacer un dispensador automático es destructiva.
Estas tareas sustituyen a las habituales consultas. Y sabes que esas consultas no han desaparecido, pero no caben. Y entonces te embarga también un miedo atroz a que otros salgan perjudicados. Mientras atiendes lo innecesario, lo necesario no encuentra sitio. Y es desolador. Y la culpa te invade y te ahoga.
No es simplemente el número, es el cambio en las actividades y tareas diarias.
Y es la desilusión de saber que quienes dirigen esto no tienen la menor idea de cuál es realmente la función y el valor de los médicos de familia. Porque sustituir su trabajo por tareas administrativas no les supone ninguna reflexión, acción ni remordimiento. En el fondo, caes en la cuenta de que creen que ese es tu trabajo habitual.
Y yo no puedo quejarme de falta de reconocimiento por parte de mis pacientes. Que sé que muchos compañeros solo reciben amenazas, desprecios e insultos. En mi pueblo no nos dicen que estamos cerrados y no contestamos al teléfono, sino que nos llaman hasta para otras cosas, porque nosotros sí estamos para contestarles. Y estoy a tope de bombones, galletas, polvorones, rosquetes, y regalos. Esos que suplen la absolutamente desconocida idea de la cesta de navidad de la empresa.
Entonces, ¿qué me ha pasado? Estoy desesperanzada. Cuando todo parecía ir bien, cuando no me acordaba ni de cuál era el último protocolo, cuando se estaban caducando los test de antígenos que teníamos, ha estallado todo. Nos ha devuelto a una realidad aterradora: tampoco en enero tendremos abrazos.
Ha vuelto el miedo. ¿Y si me contagio y luego contagio a mi familia? Y eso que no soy de las que atiende aterrada a los pacientes con sospecha o confirmación de covid. Me pongo EPI (y limitado a bata, guantes y pantalla) solo con pacientes complejos en los que tengo que estar mucho tiempo en contacto. Mascarilla y ventanas abiertas siempre (se puede hacer aquí). No tengo miedo a los acompañantes, no tengo sitio para pòner 2 metros de distancia y no dejo de ver presenciales a los pacientes que lo prefieren y a los que lo necesitan. Tampoco me pongo EPI para ir a los domicilios. Y, tras dos años, tampoco me he contagiado. ¿Por qué ha vuelto el miedo entonces? Porque es difícil luchar cotnra los sentimientos atávicos, los que nacen muy dentro. Puedes acallarlos, controlarlos e incluso no hacerles caso, pero están minando tu alma poco a poco.
He perdido la ilusión de una actividad que me parece útil para los demás, que me permite ayudar a la vez que aprender, que me reta a esforzarme por ser cada día mejor, que impide que me apoltrone en la comodidad. Lo que he hecho en estas dos semanas, mayormente, no necesita un médico, no necesita las miles de horas invertidas en estudiar, practicar y dudar de mi misma. Lo que hacemos en esta ola, a mí, al menos, me hace sentir inútil.
Hay quien cree que para recuperar la ilusión bastaría con subir el sueldo, o con poner extras, o con, al menos, completar las plantillas. Pero eso no será suficiente. Si no hay un interés y un proyecto en recuperar el prestigio y el valor de la atención primaria, de los médicos, enfermeros, pediatras que trabajamos en AP (y del resto de compañeros). Si no hay interés en que la sociedad descubra nuestro valor. Si no hay una implicación de gobiernos, instituciones educativas y profesionales en dar valor, el dinero solo dará para un poco (es necesario pero no suficiente). Porque lo que nos mueve es mucho más que el dinero, o esto habría naufragado hace muchísimo tiempo.
Espero volver con una mente despejada y más relajada y siendo capaz de aceptar que esto solo es una fase y que luego todo volverá a ser diferente. Espero ser capaz de encontrar mi ilusión perdida y volver a trabajar con la misma sonrisa. Y deseo lo mismo para todos los compañeros.
He terminado de leer “Tiempo de cuidados”,de Victoria Camps. No voy a presentar un resumen, ni una crítica ni una recensión del libro. Se pueden encontrar textos que comentan en libro aquí, aquí, incluso entrevistas con la autora. Más bien, lo que me gustaría es exponer las preguntas que me ha suscitado su lectura, desde la perspectiva tanto de persona que envejece (espero que durante mucho tiempo más) como de médica.
Lo primero que me llamó la atención fue la presentación de la ética del cuidado. Había leído poco o nada sobre esto. Habitualmente lo había visto relacionado con temas de enfermería, pero poco o nada con la medicina. Siempre me ha llamado la atención la forma en la que la ética que se nos enseña, en todos los niveles de la profesión, está dominada por el principalismo (Beauchamp y Childress mediante). De modo que un porcentaje elevado de médicos pensarán que ética/bioética es igual a “autonomía, justicia, beneficencia y maleficiencia”. En mi caso me he acercado a la ética/bioética narrativa, y he aprendido fundamentos estudiando Humanidades. Pero poco sabía de la Ética del Cuidado.
Varón joven, flebitis post-cateter sin signos de gravedad, amigo recién licenciado. ¿No le van a poner antibióticos? No, no están indicados. Mis amigos del hospital me dicen que los ponen siempre…POR SI ACASO.
Mujer adulta hipertensa, analítica de rutina, le ha pedido vitamina D. ¿Por qué? POR SI ACASO.
Mujer joven, faringitis aguda, criterios de centor=0. Pautados antibióticos…POR SI ACASO..
Mujer, edad media,sana, cistitis de pocas horas de evolución, va a urgencias. Ciprofloxacino una semana…POR SI ACASO.
Varon joven, cirugía de bajo riesgo programada. Electrocardiograma preoperatorio…POR SI ACASO.
Le doy cita para una revisión. Pero si estoy bien…POR SI ACASO.
Varón, 35, tengo un catarro. ¿Para qué viene?… POR SI ACASO es algo grave. Y la tensión arterial del médico sube, el color acude a sus mejillas, resopla por todos los orificios. ¡Es que tenemos que educar a los pacientes!!!¿?
¡Cuánto daño POR SI ACASO!
Una reflexión: cuántas veces puedo haber dicho a un paciente: mejor hacer esto o lo otro, POR SI ACASO, para prevenir, para evitar complicaciones, etc. sin concretar el motivo particular. Tal vez es hora de cambiar el lenguaje.
Twitter tiene en su mayor ventaja su peor demonio. Los mensajes cortos y rápidos permiten emitir con celeridad opiniones sobre los más diversos temas. Pero sus mensajes cortos y rápidos hacen que sea más fácil ser extremadamente categórico y simplista en las opiniones. En cierto sentido, radicaliza los debates a posturas de «blanco o negro». En un país en el que el debate nunca ha sido nuestro fuerte, donde siempre hemos considerado que hay verdades que no pueden ser criticadas, twitter se convierte en el semillero de radicales que llegan a usar el insulto y la violencia verbal. Esto ocurre con mayor intensidad cuando el twittero es alguien comprometido con la extensión de su mensaje y que considera una obligación convertir a aquellos que no piensan como él.
Twitter podría ser una herramienta impresionante para conocer la multitud de visiones de un mismo problema, la posibilidad de abordarlo desde perspectivas diferentes, para comprobar que no todo está resuelto con un «esto es así y punto», un lugar para aprender y compartir, cambiando o no tus propias ideas a partir de ese intercambio. Sin embargo se convierte en un campo de batalla, desagradable, proselitista, que invita a enunciar «verdades universales» y que impide debatir las cuestiones complejas como se merecen.
Lo triste es que esta tendencia a reducir los debates y la critica mediante la amenaza y el insulto no solo ocurre en campos en los que la confrontación es habitual (como la política o la religión) sino también en campos en los que el debate es fundamental para avanzar en el conocimiento, como la medicina.
En fin, Twitter es un medio de cercenar la capacidad de pensamiento crítico y debate para las futuras generaciones, si permitimos que sea así.
Hace ya más de un mes que me incorporé a mi destino definitivo en el SNS, muchos trienios después de mi primer día de trabajo como médica. El destino (la OPE, quiero decir) me ha llevado (voluntariamente) a un lugar al que, no hace mucho, juraba que nunca iría a trabajar. A mi pueblo.
Desde que terminé la especialidad de medicina de familia he trabajado en muchos y variados lugares, pero el camino me ha ido moviendo desde lo urbano a, finalmente, lo genuinamente rural. Y mi vida personal y familiar me han llevado a elegir trabajar en el lugar en el que he vivido la mayor parte de mi vida, mi pueblo. Continuar leyendo «Médica de (mi) pueblo»
Tras muchos meses de silencio, motivados por la existencia de otros proyectos prioritarios, me planteo si debo volver o no a escribir en este blog. La decisión no es fácil. De hecho, llevo ya más de un mes intentando tomar una decisión definitiva. Está claro que, si este post aparece en el blog, ya me he decidido en positivo. Sin embargo, creo importante compartir las reflexiones que han ocupado mi cabeza en las últimas semanas.
Cuando llevas 15 meses sin ir a trabajar el primer día se convierte en un reto mayor que escalar un 8000. De la más básica duda (¿me acordaré de la clave del ordenador?) a la más fundamental (¿habrán cambiado el algoritmo de RCPA?), tienes tantas preguntas en la cabeza que si tuvieras que escribirlas no te daría la jornada laboral. De la angustia de volver a lidiar con la historia clínica electrónica, con el nuevo sistema de IT, pasas a la angustia de disimular que no te acuerdas de los nombres comerciales de los fármacos y ni idea de lo que contienen cuando te dan un nombre (lo que se agrava por el hecho de que llevo algunos años usando solo las DCI).
Pero entonces, ¡ocurre!. Empiezan a entrar los pacientes, TUS pacientes. Dos besos en la puerta y los parabienes anteceden a cualquier pregunta normativa del manual de Entrevista Clínica. La duda que más veces me han planteado mis pacientes (que no son míos, ya lo sé) es ¿fue niño o niña? Debo reconocer que halaga cuando tantas personas tienen interés, la mayoría de las ocasiones sincero, en tu vida.
Pero este proceso de reincorporación, reencuentro y reconocimiento tiene una cara oculta, un riesgo peor que el del colesterol alto. Corres un elevado riesgo de caer enfermo de vanidad. «¡Qué bien que ha vuelto! ¡»»Su sustituta no era mala, pero…ya sabe…usted es mi médica.»»¡Cómo usted, ninguna!»»Yo estaba esperando a que volviera para pedir cita» (que ya es esperar, oiga)»Le he preguntado a su marido cuando volvía» (cosas de vivir en el pueblo de al lado), «Usted sí me entiende» «Usted sí se preocupa»»Usted sí que sabe»…y muchas otras expresiones que atacan directamente a la línea de flotación de la vanidad médica. Continuar leyendo ««Vanidad de vanidades, todo es vanidad»»
A raíz del último examen MIR se ha desatado un curiosa polémica en relación a la relación de los médicos con sus pacientes a través de las denominadas redes sociales contemporáneas (léase Facebook, twitter, Instagram, google+, Linkedin, etc.). La pregunta en cuestión, que se hizo viral, la pueden encontrar comentada hasta en la prensa generalista. Detrás de esta proliferación de opiniones, noticias, bromas, memes, etc. se ha desatado un debate sobre el tema y diversas organizaciones han intentado dar respuesta a la cuestión (que como tal con toda seguridad no se estudia en las facultades de medicina). El último del que he tenido conocimiento ha sido éste, en el que participa una de las autoras del Manual sobre el Buen Uso de la Redes Sociales para médicos y estudiantes de medicina. En el comentario de Marian Jimenez Aldasoro (médica a la que conozco y admiro) se dice: «en el caso de las relaciones con los pacientes hay que mantener una “separación contundente” entre lo profesional y lo personal. “Igual que no eres médico de tu familia o amigos, tampoco puedes entablar relaciones personales con tus pacientes”«. Continuar leyendo «Médicos y redes sociales.»
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