
Hoy hace 100 años que nació, en un pequeño pueblo del sureste de Tenerife, doña Nélida González Marrero, Nely para sus vecinos, Ita para sus nietos.
Nely fue mujer, madre, esposa, abuela, agricultora y, sobre todo, poeta de la vida. Fue poco a la escuela, ella misma nos lo contaba. Su primera maestra la enseñó a leer y escribir y a desear aprender. La siguiente, la molió a palos. Y su padre, hombre bueno y sabio, la sacó de esa escuela que amenazaba con matar su inocencia. Y creció aprendiendo a cuidar. A cuidar a los suyos y a cuidar de las plantas. Una cuidadora a lo grande. Vivió, y sobrevivió, en décadas duras. Cuando el hambre era parte de la vida. En tiempos y lugares donde se era pobre o muy pobre, pero ni siquiera se sabía lo que significaba ser rico. Donde cada día que se comía era el fruto de mucho trabajo duro. Cuando te quedabas sola mientras tu marido migraba a otras tierras, meses sin saber siquiera si estaba vivo. Cuando ser mujer era ser poco o nada en la mirada de los otros (y demasiadas veces, también de las otras).
Fue agricultora, ésa era su vocación. Al final de su vida, cuando ya no podía despegarse del sillón en que pasaba las horas del día y de la noche, soñaba que se levantaba y salía al campo. Estar en la huerta, con su guataca, sus papas, sus tomates, sus flores, sus lechugas…ésa era su libertad.
Y comenzó a escribir. Cuando ya pasó el tiempo de criar. Cuando sus hijas empezaron a tener a sus nietos. Y de su mano surgió un mundo. Las palabras, los poemas, los cuentos, incluso las pequeñas obras de teatro salían de su mano y de su boca sin pensarlas. Pensaba en verso.
A veces cuando estoy sola
(Nely)
como nada puedo hacer
entretengo la cabeza
pensando quién era ayer
Nos enseñó a amar la vida, a mirarla con indulgencia, a buscar sueños y vidas. Nos empujó a estudiar: « Vale más saber que haber, dice la común sentencia, que el saber nunca se acaba, y el haber es complacencia ». Refrán, que de tanto repartirmelo, aprendí de memoria.
Nunca presumió de su saber, de sus dones, de su grandísima calidad humana. Pero dejó huella en quien fuera que tropezara con ella. Para todos tuvo palabras y versos.
De ella misma decía:
Si yo supiera escribir
(Nely)
Expresar mis sentimientos
Le escribiría a la luna
al sol, al agua y al viento
Le preguntaría al mar
dónde se une con el cielo
porque cuando yo lo miro
los veo fundirse a lo lejos.
Fue una observadora de la vida. Igual que sabía mirar las tomateras, las papas, para saber cómo crecían, miraba el cielo para saber si llovería. Igual miraba el mundo. Y escribía:
Aunque no teníamos juguetes nos sobraba imaginación. Cuando jugábamos a la casitas, las piedras hacían de pan y las pencas era la carne. ¡Qué bien lo pasábamos! Ahora, cuando miro a mis biznietos a veces me da pena, porque tienen que estudiar mucho y no hay tiempo para la fantasía.
Nely
En el libro que escribió meses antes de morir recogió su vida, sus pensamientos y sus poemas. De ese libro son los fragmentos que escribo.
También escribió de enfermedad, médicos y hospitales. De la larga enfermedad de mi abuelo, dejó testimonio en verso y prosa. Un diario de acompañante. Testigo de las ideas y venidas en los hospitales. Un material impagable para mirarnos (los sanitarios) desde los ojos del otro.
Quisiera saber pintar
(Nely)
Saber matizar colores
Pintar pueblos y jardines
Dar el color a las flores.
El blanco lo destinaron
para esta habitación
cuántas penitas encierra
cuánta tristeza y dolor.
Paredes blancas desnudas
de una triste habitación
una silla, una mesa
un armario y un colchón.
Solo se ven caras tristes
sin alegría, con temor,
pero con mucha esperanza
todos tienen ilusión.
Esperanza que reparten
doctores con corazón
animan a los enfermos
demostrándoles amor.
Ella se fue. Como nos iremos todos. Cosas de la humanidad. Pero también se quedó. Se quedó en las personas que la llevamos dentro, muy dentro. En sus 4 hijas , sus 13 nietos y sus 26 bisnietos. Y en muchas de las personas que la conocieron. Y se quedó en su libro. Y en el colegio del pueblo. Porque ella siempre quiso ir a la escuela. Y la escuela, al final, la acogió. Y un patio del colegio del pueblo lleva su nombre: « Plaza Nely ». Porque el colegio recuerda y trabaja con el conocimiento local. Su libro forma parte del programa de estudios. Porque somos lo que somos gracias a nuestra historia.
Hoy hace 100 años que nació.
He leído con mucho sentimiento tus palabras y las suyas.
Cuantas tardes nos sentábamos a escuchar los poemas que había escrito la noche anterior,en sus desvelos.
Para mí fue una mujer avanzada para su época.
Siempre demostró un gran cariño a toda su familia y nos regaló poemas personalizados,los guardo como un tesoro.
El tesoro de Nely y su familia.
Cuánta belleza compartida que sale y llega al alma. Gracias