
La teoría de la bolsa de ficción (publicada por la Editorial Rara Avis) es un pequeño ensayo de Úrsula Le Guin. Una de esas perlas de sabiduría, breves, pero intensas, que sigues degustando, rumiando y regurgitando toda la vida, pensando ¡claro! ¡Está clarísimo! ¡Cuánta razón! ¿Cómo no se me ocurrió a mí?
Además incluye, de regalo, un ensayo introductorio de Donna Haraway.
Ursula Le Guin es una ensayista y escritora de obras de ficción espectaculares. Yo me encontré con ella a través de El mago de Terramar. Una historia deliciosa e intrigante que narra la vida de un niño que fue mago, o un mago que fue niño. En medio de la historia se desvelan acontecimientos y situaciones que bien pueden servir para reflexionar sobre la vida real.
Pero vayamos a este ensayo. En él la autora confronta la forma tradicional de construir el relato (somos narraciones) con una forma diferente. En la tradicional, lo que se narra es fundamentalmente el viaje del héroe. Una narración secuencial, en la que ocurre un conflicto, y un héroe resuelve la trama. Hechos excepcionales, extraños, peligrosos… Como bien cuenta, en el día a día no suelen ocurrir esas cosas. En el esquema tradicional es imposible convertir en cuento las vicisitudes de cada día, que quedan in-narradas, silenciadas. Y son esas vidas las que normalmente tenemos las mujeres y los nadie.
Le Guin nos invita a crear las historias de otra manera. Cada uno lleva una bolsa, de menor a mayor tamaño, un contenedor donde van entrando las pequeñas y no tan pequeñas cosas que nos ocurren cada día. De esa bolsa deben nacer las historias, historias que no son lineales, que no van de un principio a un fin, que no cuentan hechos excepcionales, sino la maravillosa excepcionalidad de la vida normal.
Me gusta porque me gustan las personas que me ayudan a mirar de otra forma. Porque da valor a las cosas cotidianas. Pero también porque puedo convertirlo en una metáfora de la medicina.
En medicina, el viaje del héroe (las narrativas de restitución/curación que explica Arthur Frank en The Wounded Storyteller) es el tema central de la formación: el enigma del diagnóstico resuelto por la pericia y conocimiento del médico, y la “salvación” del paciente con el tratamiento adecuado. Es una historia con principio, peripecia y desenlace. Una historia que se cierra. Son las historias que se cuentan, cual anécdotas de heroísmo, en los pasillos y cafeterías del hospital a los estudiantes ávidos de la experimentar la aventura del curar.
Pero la medicina se parece más a la bolsa de ficción de Le Guin. En tu camino de aprendizaje vas guardando herramientas, retales, palabras. Hoy un artículo de diabetes, mañana una nueva técnica, pasado un repaso a modos de comunicar… y cada día, en cada momento, en cada acompañamiento particular, vas sacando las herramientas y utilizándolas. Especialmente en medicina de familia (también en otras especialidades) no hay héroe ni viaje. Hay un continuo arreglar lo mismo una y otra vez. Como la cesta de la ropa sucia o el fregadero, no importa cuántas veces lo vacías, siempre se vuelve a llenar. Y todo consiste en llevar un ritmo adecuado para que no desborde y tener claro que nunca permanecerá totalmente vacío para siempre. No hay final. Y no hay héroes. Hay personas normales con vidas normales que toman decisiones. A veces buenas, a veces no tan buenas.
Si creces creyendo que la vida real es la “vida del héroe”, la llamada a cumplir con toda tu energía un sueño y luego sentarse a contemplarlo, lo más probable es que acabes profundamente decepcionado. La vida se camina con una bolsa al hombro, no con un final heroico en el horizonte.