A raíz del último examen MIR se ha desatado un curiosa polémica en relación a la relación de los médicos con sus pacientes a través de las denominadas redes sociales contemporáneas (léase Facebook, twitter, Instagram, google+, Linkedin, etc.). La pregunta en cuestión, que se hizo viral, la pueden encontrar comentada hasta en la prensa generalista. Detrás de esta proliferación de opiniones, noticias, bromas, memes, etc. se ha desatado un debate sobre el tema y diversas organizaciones han intentado dar respuesta a la cuestión (que como tal con toda seguridad no se estudia en las facultades de medicina). El último del que he tenido conocimiento ha sido éste, en el que participa una de las autoras del Manual sobre el Buen Uso de la Redes Sociales para médicos y estudiantes de medicina. En el comentario de Marian Jimenez Aldasoro (médica a la que conozco y admiro) se dice: «en el caso de las relaciones con los pacientes hay que mantener una “separación contundente” entre lo profesional y lo personal. “Igual que no eres médico de tu familia o amigos, tampoco puedes entablar relaciones personales con tus pacientes”«.
Reconozco que me resulta curiosa toda esta polémica y me parece resultado de la práctica ausencia del debate sobre el «ser médico/a», la «vida del médico/a», la «relación entre la profesión y la vida personal», etc. en el ámbito de la formación pregraduada, postgraduada (especialización) y continua; e incluso brilla por su ausencia en los foros profesionales, más dedicados a intentar hacer desaparecer la incertidumbre de la práctica mediante protocolos, soluciones sumarias y evidencias irrefutables. Y está ausente no solo en este mundo contemporáneo del siglo XXI, con sus redes sociales virtuales, sino también en tiempos previos al dominio de lo virtual. Porque no olvidemos que el término «redes sociales» no se inventó para el software virtual que nos permite interconectarnos con personas a las que nunca hemos visto en persona y que viven en cualquier lugar del mundo. La «red social» es mucho más que eso. «Red social» es el entramado de relaciones sociales identificables que rodean a un individuo, así como las características de estas relaciones (definición de Bowling citada por De la Revilla en el manual del Curso Diagnóstico y Tratamiento de los problemas psicosociales en la práctica del médico de familia). Así que el debate debería ser mayor y más profundo de lo que parece haber aflorado tras esta pregunta.
Recuerdo en mis primeros años como médica de familia haber asistido a alguna mesa-debate sobre el tema. En aquellos tiempos, sin redes sociales virtuales, el título sería algo así como ¿Debería el médico vivir en el mismo vecindario/pueblo/barrio que los pacientes a los que atiende (o sea, vivir y trabajar en la misma localidad)?. No recuerdo haber oído nunca una solución a esto. En aquellos tiempos yo veía con horror vivir en la misma localidad en la que fuera a trabajar. Opiniones las había para todos los gustos. A favor, se argumentaba el grado de conocimiento social y comunitario que adquiere el profesional cuando comparte el entorno con sus pacientes; en contra, el grado de relación personal que se puede llegar a tener con los pacientes y que puede ser visto como contraproducente. Hace unas décadas el debate era innecesario, el médico de primaria vivía en el pueblo en el que trabajaba (aún se recuerda la casa del médico en muchos pueblos españoles). Ahora el debate se desplaza al mundo único de las redes sociales vía internet. Pero sigue sin resolverse o, por lo menos, reflexionarse, sobre la situación intermedia. Aunque de vez en cuando se encuentran perlas de reflexión sobre el tema, como ésta de Danielle Offri en el New York Times.
Yo me encuentro en una situación intermedia. Vivo cerca, a pocos kilómetros, de la localidad en la que trabajo. Y miembros de mi familia y muchos amigos viven en esa localidad y, como yo vivo en un pueblo pequeño, tengo que recurrir a los mismos comercios y servicios que mis pacientes. Y me encuentro con ellos en lugares, actividades, e incluso preguntan por mí a mi familia cuando no acudo al trabajo. Y son amigos de mis familiares o comparto con algunos actividades extra-laborales. Y, al empezar con el cupo, ya había conocidos (con diferentes grados de relación previa) en él, conocidos que han pasado a ser mis pacientes. Por lo tanto, me resulta imposible «mantener una “separación contundente” entre lo profesional y lo personal» y no puedo evitar «… entablar relaciones personales con [mis] pacientes», sin necesidad de usar Facebook (red social que tengo muy abandonada, por cierto). Mis pacientes saben de mi vida personal (incluso sin preguntarme directamente) y yo sé de la vida personal de mis pacientes (incluso cuando no les pregunte directamente). Y reconozco que muchas veces me da terror ir al supermercado.
No me gusta pensar que la restricción del debate al problema en internet se debe a que asumimos que los médicos vivimos en un ambiente social (red social) muy diferente del de nuestros pacientes (probablemente eso sea así para muchos, especialmente para muchos médicos hospitalarios) y por tanto el dilema no existe en la vida real (solo en la virtual nuestros pacientes podrían localizarnos). Pero muchos médicos de primaria vivimos y trabajamos en los mismos lugares que nuestros pacientes. ¿Dónde está el debate y la reflexión sobre este tema? Seguramente, si estuviéramos acostumbrados a hablar de ello, la pregunta del MIR sobre qué hacer en las redes sociales virtuales se hubiera contestado sola y sin polémicas. Tal vez sea el momento de resucitar viejos debates y darnos cuenta que no hay soluciones pragmáticas del tipo «haz como si no lo conocieras» y que es lo suficientemente complejo para que cada situación deba crear su propia respuesta.