El ensayo…escribir para reflexionar…también en Medicina

Reflexiones a partir de “El ensayo como forma”, de Theodor W. Adorno, filósofo perteneciente a la Escuela de Frankfurt y uno de los críticos con el pensamiento de la modernidad, esto es, del pensamiento que surge a partir de la Ilustración.

Lo traigo aquí porque es una manera de ver como la filosofía nos invita a reflexionar sobre el mundo actual, nos proporciona instrumentos de reflexión (como es el formato del ensayo) y, a pesar de que no aparece ninguna mención a la medicina, es posible extraer reflexiones sobre la práctica médica y la ciencia médica, reflexiones que nos ayudan a crecer como profesionales. Adorno nos invita a escribir, en forma de ensayos, para reflexionar y hacer crecer nuestras ideas. Pero, por el momento, los ensayos no se publican muy bien en las revistas médicas. Tal vez, con el tiempo, las cosas cambien.

El texto que sigue es largo, son mis reflexiones sobre el texto de Adorno. Invito a todos a hacer el experimento de leer directamente el texto y dialogar con él, sacando sus propias ideas. El texto nos invita a ser crítico y a utilizar la escritura como herramienta de aprendizaje, algo que ya he comentado en relación con la Medicina Narrativa.

Uno de los temas recurrentes en el texto “El ensayo como forma” es la relación entre el ensayo como producto y los productos artísticos, así como también el valor del ensayo en cuanto a su posible relación con el arte. En principio, la queja de Adorno es la falta de consideración que tiene el ensayo como forma de producción de conocimiento, algo que encuentra relacionado con la dicotomía ciencia-arte, o lo que es lo mismo, objetividad-subjetivad. Está claro que, por su propio mecanismo de elaboración que Adorno defiende como necesariamente no sistemático ni metódico, el ensayo no puede encajonarse en la rígida definición positivista de la ciencia. Y, si no es ciencia, en este mundo dual, tiene que ser arte.

Sin embargo, deja claro el autor que el ensayo, a pesar de su relación con los presupuestos del arte, es decir, la libertad de las formas expresadas a partir de la fantasía subjetiva, el ensayo busca acercarse a la verdad eliminando los elementos estéticos de los conceptos, es decir, buceando hasta lo más profundo de las ideas que interpreta(1).

Por supuesto, en esta red compleja de producciones (científica, artística, ensayística), no es posible establecer compartimentos estancos que delimiten claramente lo que corresponde a unos u a otros. El ensayo comparte con el arte la característica de no confundir la exposición con el asunto(1), es decir, el modo en que se expresa, el continente, es independiente (y se trabaja de manera independiente) al tema (el asunto) de la exposición. En esto se parece a la distinción entre el tema y la técnica que se da en el arte.

Sin embargo, el arte obtiene sus significados del propio arte, mientras que el ensayo requiere extraerlos de las teorías externas, de la filosofía. Es esto una diferencia más con el arte. Es decir, no podemos decir que un ensayo sea un producto artístico, ya que es más bien un producto de la teoría.

¿En que aspectos las ideas que Adorno expresa en su texto sobre el ensayo están relacionadas con su teoría estética? Como refiere en su Teoría Estética “el arte tiene su concepto en la constelación, históricamente cambiante de sus momentos”(2). Adorno concibe el arte como un conjunto de ideas y objetos que están contenido en un contexto histórico concreto, en ese momento concreto es en el que adquieren su significado, que está por tanto condenado a ser momentáneo, efímero(3). A partir de este presupuesto, el arte no puede expresar una verdad absoluta, incontestable. Produce en el momento, y esa producción es permanente, pero con un significado limitado por el propio momento de creación. Las obras de arte son expresión de un instante, la detención de un momento, que a la vez que contesta preguntas, crea otras nuevas(2).

Estas ideas de momentaneidad e imposibilidad de la creación de algo absoluto están presentes también en su ensayo sobre el ensayo. El objeto del ensayo es la interpretación en el momento concreto de los conceptos, y es necesariamente no absoluto, efímero. Del mismo modo que todas las interpretaciones del arte se sustentan sobre la experiencia de unas formas limitadas de arte intentando llegar a enunciados totales(3), el ensayo se crea a partir de fragmentos(1) que intentan reflejar la totalidad sin ser capaces de expresarla completamente. Pero el ensayo es válido en el momento y para el momento en que se produce la interpretación, no pretende ser válido para siempre. Se acerca a la verdad de forma asintótica, sin llegar nunca a alcanzarla, tal y como le ocurre también al arte.

En conclusión, en su defensa del ensayo como forma de obtener conocimiento, de hacer filosofía, Adorno está presentado los mismos elementos que caracterizan a su teoría estética, la sujeción al momento, la subjetividad del proceso, la imposibilidad de la verdad absoluta, sin permitir que esos elementos desprestigien el valor que posee. Aunque el ensayo no es, por principio, una forma artística, sí que comparte con ellas muchas de las bases teóricas que lo sustentan.

El primer pensamiento que una tiene cuando va avanzando en la lectura de “El Ensayo como forma” es que el texto se pierde. La primera búsqueda que uno hace ante un ensayo es el reconocimiento de la estructura: la introducción, los argumentos y la conclusión; un principio y un fin. Por eso es difícil de seguir. Tal y como está escrito, volviendo a las ideas una y otra vez, reflexionando de nuevo sobre ellas, así hay que leerlo, yendo atrás y adelante, una y otra vez, para ir imaginando visualmente la red de ideas que va tejiendo y que no pueden ser resumidas en un esquema.

Lo curioso del texto es que la sensación que transmite es la de ser un texto creado por el autor para él mismo, para servir de registro a su pensamiento. No tiene la intención de facilitar al lector el hallazgo de un conocimiento, sino que, al perderse uno entre las diferentes afirmaciones, preguntas y retos que lanza, termina construyendo su propia reflexión. El texto invita a ser completado con las propias reflexiones, que parten de la experiencia personal, la que Adorno considera que no pueden ser rechazadas por irrelevantes, sólo por no poder ser generalizables científicamente(1).

La invitación implícita del texto a la práctica del ensayo como forma de reflexión e interpretación de los conceptos asemejándola a un juego en el que el único fin parece ser la reflexión en sí misma choca frontalmente, en mi opinión, con la cultura, especialmente la cultura científica y política en la que vivimos. La búsqueda del conocimiento tiene como objetivo el poder enunciar verdades que no puedan ser refutadas, verdades que nos permitan afirmar el crecimiento individual y colectivo sobre cimientos firmes, que alejen la inseguridad de las decisiones inciertas. Sin embargo, Adorno nos invita a jugar con la interpretación, a buscar la verdad con la consciencia de ser incapaces de hallarla. A arriesgarnos al error y la duda, a no ser metódicos, sino, en cierta forma, a ser imaginativos sin perder la profundidad. Esta es una invitación que está lejos de la ortodoxia del conocimiento y la educación. En una cultura donde la confianza se coloca en aquello que puede reconocerse como científico, es decir, como no sujeto al riesgo de la opinión, sino al conocimiento demostrado, el juego de interpretación del ensayo invita a crear algo que puede ser considerado a la altura de la “ficción novelesca”, o la denostada “opinión de expertos” que puntúa muy bajo en la escala de credibilidad científica.

Adorno promueve el ensayo como forma de reflexión, como forma de penetrar en el asunto(1), por tanto, el ensayo es un medio y no un fin. Critica la producción de texto destinados al mercado, a promover el éxito de sus autores, y que no se concentran en la crítica profunda de los temas que abordan(1). De esta forma, el ensayo debe ser a la vez un método (aunque un método sin método, sin sistemática), una forma de alcanzar la reflexión sobre el contenido. Adorno invita a que la reflexión crítica se haga mediante la escritura y no mediante otras técnicas, como la reflexión mental o el diálogo o la investigación con método científico. La escritura al fin y al cabo es un diálogo con uno mismo. Del texto escrito se puede decir que es un medio de diálogo entre el escritor y el lector. El significado del texto se construye a partir de la interacción del lector y su experiencia personal con las palabras que el autor ha puesto. Si el ensayo es el medio de reflexión crítica, lo es porque el autor se va colocando alternativamente en la posición de escritor y lector, y va creando un diálogo consigo mismo, a dos bandas, en el que las reflexiones, la crítica va quedando escrita, sin posibilidad de pérdida. Lo que al final se obtiene no es un resultado, sino todo el camino de producción crítica, la red compleja que se teje en el proceso de profundizar en los conceptos, la demostración de que el pensamiento crítico no puede ser lineal ni metódico.

Personalmente reconozco que me atrae la idea de convertir la escritura en el instrumento de reflexión crítica que permite conservar a la vez el proceso y el resultado. La única forma de descubrir la compleja trama de pensamientos y reflexiones que permiten acercarse al fondo de un asunto tanto para el autor, como para el receptor. No concibo que se pudiera llegar a bucear en la compleja trama de reflexiones que se hacen en el texto si éste no hubiera sido escrito, sino escuchado a partir de una presentación oral. Tampoco que el propio autor pueda construir reflexiones en red a partir del pensamiento no escrito o de la exposición oral, donde cada idea queda en suspenso una vez se ha enunciado y puede ser muy difícil recuperarla para enlazarla a otras. La verbalidad, lo no escrito, está muy bien para el proceso de pensamiento metódico, donde cada idea se deduce a partir de la anterior, que puede entonces ser desechada porque se ha evolucionado y que finalmente se resume en la conclusión final. Sin embargo, en el proceso de crítica profunda que se construye como una trama horizontal, es imprescindible tener siempre todas las ideas y las interpretaciones a mano. Y esto sólo se consigue con la escritura como herramienta de trabajo. Por lo tanto, desde la invitación de convertir la filosofía en la “ciencia” del discurso crítico sólo la escritura puede ser considerada su instrumento de trabajo válido.

Desde el inicio del texto, Adorno deja claro que uno de los problemas del ensayo para ser aceptado es el hecho de no encajar en los métodos de la ciencia, lo cual supone que no puede ser considerado como un medio de obtención del conocimiento ya que se iguala “el conocimiento con la ciencia organizada y [elimina] por impuro lo que no encaja “(1). Por lo tanto no resulta sorprendente que de manera repetida se exprese una crítica a la ideología que pone a la ciencia como el medio único y absoluto de conocer la verdad. Esta crítica a la ciencia se relaciona con la insistencia del método científico en eliminar lo subjetivo, lo que conlleva como efecto la eliminación del sujeto, con el fin de quedarse con lo objetivo, lo que supuestamente, según el positivismo, sería un conocimiento no mediado por las influencias humanas y por tanto universalizable. Es más, nos recuerda que la ciencia rechaza “como irrelevantes, contingentes e irracionales las comunicaciones de alguien experimentado por ser sólo las suyas y no susceptibles de generalización” (1).

Esta crítica al sistema de pensamiento científico, basado en el positivismo, tiene un fondo más profundo que el simple rechazo a la ciencia como único modo de obtención de conocimiento en detrimento de la filosofía. Dentro del pensamiento de la Escuela de Frankfurt, que tiene como centro la elaboración de una teoría crítica que coloque de nuevo a la filosofía como parte de un proceso de transformación social(4), la crítica a la ciencia emana, por encima de todo, de su relación con el poder. Esta relación que presenta junto con Horkheimer de forma muy detallada en Dialéctica de la Ilustración se relaciona con el hecho de que “la superioridad del hombre reside en el saber”(5). Y, por tanto, en el control del saber, controla el hombre a todo lo que le rodea, lo totaliza (es lo que considera como fuente del fracaso del movimiento ilustrado, pues en lugar de llevar al hombre a la libertad lo llevó a la esclavitud propia y de la naturaleza por aquellos que controlan el saber, la ciencia). La crítica es feroz en lo referente al impulso de la ciencia a reducir todo a lo matemático, pues esto es conocido antes de ser reflexionado,  a la reducción a lo unitario, a lo objetivo, negando la posibilidad de múltiples formas de presentación del saber y la verdad(5). Este reduccionismo lo considera provocado por el miedo. Al reducir todo conocimiento a lo que puede ser conocido mediante la ciencia positivista elimina el temor a lo irracional, a lo desconocido, simplemente mediante la negación de su existencia(5). Pero este aumento de poder que se produce por el saber es el de la manipulación de la naturaleza y las personas(5). Por eso la ciencia, tal y como es definida y presentada por el positivismo, es un instrumento más de la dominación de una parte de los hombres sobre el resto de la sociedad.

¿Hasta que punto esta crítica sigue vigente actualmente? Es decir, a comienzos del siglo XXI, unos 60 años después de que Adorno expusiera esta tesis, es posible encontrarle relación con la realidad actual. Opino que sí, en un mundo (occidental) fuertemente tecnologizado, lo científico ha adquirido el estatus de verdad, hasta el punto de que cualquier pensamiento, teoría, ideología, medida social o política, requieren de la afirmación de estar basados en estudios científico para ser aceptadas, y posiblemente acatadas, por la población. Por lo tanto, esta crítica de Adorno a la perversión de la racionalidad ilustrada como medio de dominación tiene vigencia actual. Lo que supone ser conscientes del modo en que la producción científica puede ser usada como un medio de control social, teórico y práctico, en la medida en que reduce el espectro de pensamiento crítico de la población, limitando su reflexión a los campos que la ciencia no considera ya “resueltos”. En mi opinión, y siguiendo la idea general de Adorno en Dialéctica de la Ilustración, la ciencia ha ido sustituyendo a la religión como poder controlador del mito y de la sociedad.

La influencia de Adorno en Habermas tiene relación con la adaptación de la crítica a la modernidad y la ilustración a nuevas visiones. Habermas, en Conocimiento e Interés, hace un reflexión sobre el modo en que el positivismo ha ocupado el lugar de la Teoría del conocimiento, igualando conocimiento a ciencia, y provocando la pérdida de la reflexión como herramienta de conocimiento. Define el positivismo como “el renegar de la reflexión”(6) y como “el final de la teoría del conocimiento”(6), de modo que,  a partir de ahora, al sustituir la teoría del conocimiento por la teoría de la ciencia, solo es posible el conocimiento que se obtiene siguiendo las reglas del método científico, en el que la subjetividad pretende haber sido vencida y eliminada. En este sistema el sujeto ha perdido toda intervención en el conocer y el conocimiento científico, seguro de estar aprehendiendo la realidad tal y como es, se vuelve irracional(6). En este aspecto Habermas continúa la feroz crítica al positivismo científico que vemos en Adorno. Sin embargo, su desarrollo no se dirige al abismo que Adorno da a la sociedad creada a parir de la Ilustración. De hecho, critica la idea de Adorno y Horkheimer, expuesta en Dialéctica de la Ilustración, por su visión catastrofista y deformante(7), y porque no plantea el sentido de las diferentes formas de racionalidad y porque “señala a la autocrítica de la razón el camino que conduce a la verdad, cuestionando simultáneamente la posibilidad de que […] la verdad resulte todavía accesible”(7). En consecuencia, Habermas plantea la idea de que la modernidad (la Ilustración, al fin y al cabo), no es un proyecto fracasado sino inacabado, y propone la puesta en marcha de un nuevo camino, la ciencia social crítica, para alcanzar los objetivos que inicialmente tenía, la emancipación del hombre. Este conocimiento se debe basar en la racionalidad, que no en la racionalidad positivista, sino en una racionalidad basada en la relación del sujeto con el lenguaje, en lo intersubjetivo, en lo que considera una teoría de la comunicación. De este modo se superaría la idea de una racionalidad que se basa en la relación entre el sujeto y el objeto, que es instrumental(4). En esto supera a Adorno, que, en su critica de la racionalidad ilustrada continuaba enfocado en la razón instrumental como medio. Habermas considera posible que la sociedad se emancipe, mediante el desarrollo de una teoría social basada en esta nueva racionalidad, alejándose de la idea catastrofista de Adorno, aunque partiendo de un punto similar, la crítica a la razón cientifista, tal y como la define el positivismo.

A partir de la defensa del ensayo como instrumento, como medio para acercarse a la verdad, que no puede ser en ningún caso total y absoluta, Adorno presenta una crítica feroz a la situación contemporánea de predominio absoluto del conocimiento obtenido mediante una ciencia que sigue, casi sin objeciones, el método positivista. Plantea la necesidad y lo justifica de introducir la reflexión mediante el uso de la escritura del ensayo, siempre y cuando su objetivo sea bucear en las ideas y conceptos para encontrar su lado oculto, lo que llevaría a acercar el conocimiento de una parte de la verdad, pues no es posible conocer la totalidad.

Resulta tremendamente difícil realizar un juicio de valor sabiendo que una mismo ha sido criada en la más absoluta devoción al método científico como medio de evitar el error. En este punto la disyuntiva que me planteo es la posibilidad real de realizar una crítica al artículo de Adorno que no esté condicionada por los extremos, es decir, por un rechazo absoluto o por una adhesión absoluta ante la promesa de la liberación de la tiranía del positivismo científico.

Adorno plantea la vuelta a la reflexión como instrumento de conocimiento, reflexión no metódica pero profunda. Pero también advierte del riesgo de la existencia de malos ensayos, que no son suficientemente profundos. Esto deja en manos del lector la decisión de considerar si un texto está o no suficientemente cerca de la verdad como para ser tenido en cuenta. O más bien, deja el ensayo como un instrumento individual de reflexión y aprendizaje que, por su carácter personal, no debería ser totalmente aceptado por los lectores. Es decir, se convierte el ensayo en un instrumento útil solo, o casi, para su escritor. Esta es al menos la primera sensación. El resultado final de este hecho y de la constatación de la imposibilidad de alcanzar un conocimiento fiable cercano a la verdad, que no sea absolutamente fragmentario, provoca una inseguridad brutal que conduce, probablemente, a una cierta infelicidad.

Por otro lado, la crítica a la ciencia que explicita por todo el texto supone a la misma vez una liberación de una tiranía sentida, la de pensar que la experiencia individual y la subjetividad de la persona no tienen lugar en muchos ámbitos del conocimiento, especialmente aquellos que son de aplicación directa a las personas, como la medicina, las ciencias sociales, la política, la economía, etc. Si bien la existencia de unas matemáticas absolutamente positivistas me deja emocionalmente fría, la imposibilidad normativa de aplicar a otros campos un conocimiento que no sea solamente el obtenido por el método científico me resulta desconcertante, pues se trata de personas, que son complejas por definición y no pueden ser reducidas a la unidad.

Otro aspecto importante en el artículo es el trasfondo pesimista que deja traslucir. A pesar del esfuerzo, del abandono de métodos que busquen simplificar la obtención del conocimiento, de la reflexión profunda de todos los aspectos del concepto analizado y de la orientación a la búsqueda de la verdad, lo cierto es que la verdad será fragmentaria, propia del momento, nada universalizable y por tanto, con riesgo de falibilidad. La sensación que produce es, como poco, pesimista, como mucho des-incentivadora. No importa cuanto sea el esfuerzo, la verdad quedará siempre un poco más lejos.

En conclusión, opino que el artículo es revelador en su defensa del ensayo como herramienta de conocimiento, más allá de la ciencia y tan válido como ésta. Libera de las ataduras de los métodos basados en una sola forma de llegar a la verdad. Pero a la vez deja al hombre a merced de la reflexión, navegando en la incertidumbre de tener que buscar la verdad, sabiendo que nunca será universal y total, sin una red de seguridad, un método, que garantice que va por el camino correcto. A la vez retador y peligroso.

 BIBLIOGRAFÍA

1.   Adorno TW. El ensayo como forma. Notas Sobre Lit. Tres Cantos, Madrid: Ediciones Akal; 2003.

2.   Adorno TW. Teoría estética. Madrid: Akal; 2004.

3.   Murray C. Pensadores clave sobre el arte : el siglo XX. Madrid: Cátedra; 2006.

4.   Garcés Mascareñas M. El problema de la transformación social. Pensam Filosófico Científico Contemp. [Barcelona: UOC; 2010.

5.   Adorno TW, Brotons Muñoz A. Obra completa Dialéctica de la ilustración : Fragmentos filosóficos. / Th. W. Adorno. Madrid: Akal Ediciones; 2007.

6.   Habermas J, Jiménez M, Vidal Beneyto J. Conocimiento e interés. [Madrid: Taurus; 1982.

7.   Habermas J, Jiménez Redondo M. Teoría de la acción comunicativa. T. I, Racionalidad de la acción y racionalización social. Madrid: Taurus; 1987.

 

 

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