Carta a futuros: «Y si…elijo medicina de familia»

Estimado/a colega a punto de escoger plaza en el MIR 2015, verás que en la lista que te dan hay una especialidad que cuenta plazas en cuatro cifras, la MEDICINA DE FAMILIA Y COMUNITARIA. Y se plantearás: «si hay tantas, será por algo». Estoy segura de que también te has pasado por los rankings de años anteriores. Y entonces has visto que los que han escogido medicina de familia no son precisamente los primeros. Y pensarás ¿será que es el premio de consolación?.

Pues bien, yo pienso de una manera muy diferente. Ser médico o médica de familia es un compromiso de futuro, un camino de valientes. No porque tengamos que lidiar con quienes creen que somos menos, sino porque tenemos que lidiar con la MEDICINA (sí, la medicina escrita en mayúsculas). Una compañera, ahora cirujana, me comentó en los días previos a mi propia elección: «yo nunca sería médica de familia, hay que saber demasiadas cosas«. En el fondo, escoger una especialidad que se dedica una parte pequeña del cuerpo humano es el camino fácil. El cardiólogo siempre sabrá que el 100% de sus pacientes tienen un problema de corazón (o no son para él, pero no tiene que averiguar dónde está el problema). Pero el médico de familia tiene a los pacientes, no importa cuál sea su problema. El médico de familia no tiene oportunidad de aburrirse de los que hace, siempre hay medicina que aprender, pacientes nuevos y problemas nuevos de pacientes viejos. Tantos pacientes y tantos problemas generan un número de combinaciones que deja en ridículo al protocolo o la guía mejor intencionada.

Pero hay más: yo soy parte de la historia de mis pacientes, ellos comparten su historia (incluidas las partes más intimas y más escabrosas), yo soy testigo de su historia (y no me refiero solo a su historia clínica, sino a su Historia, también con mayúsculas). Y no solo de la individual, sino también de la familiar, de la colectiva. El mayor honor, ellos me abren sus casas, sus corazones y sus almas.

Y aún más: a lo largo del día navego de la cardiología a la psiquiatría, de las urgencias a la planificación familiar, de la embarazada al paciente terminal, de la nefrología a la dermatología, de la legislación al consuelo, de la palabra a la tecnología…. Mis días no son previsibles. El mejor se imbrica con el peor, el de mala perspectiva acaba en una sonrisa. Y al final recibes la mejor recompensa: «gracias, doctora» y vuelta a casa y a los libros (siempre hay algo nuevo que estudiar, algo viejo que recordar).

Por supuesto, medicina de familia no es una especialidad para cualquiera. Es una especialidad para quienes quieran ser MÉDICO o MÉDICA en toda la extensión de la palabra. No hay comodidad, no hay vida fácil, no hay entrevistas en televisión, pero somos el profesional de salud fundamental en la vida (y la enfermedad) de las personas. Si trabajamos por ser buenos, cambiaremos la vida de algunas personas y ¿hay recompensa mejor para un profesional de la medicina?

Por eso, os invito a ser médicos de familia sin miedo. A los que estáis en la parte alta de la tabla, ¿qué mayor reto podéis asumir? Eso sí, solo si lo que buscáis es ser médicos. Si tenéis otras motivaciones o si la medicina es solo un instrumento para otros logros, no vengáis, ahorraos y ahorradnos a los que estamos la mala cara de la decepción.

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