Esta no es una entrada sobre las cosas importantes de la vida, sino sobre lo que debe ser importante en la labor diaria de un/a médic@. La semana pasada dos pacientes me contaron la misma historia. Los dos tienen enfermedades crónicas que son actualmente parcialmente incapacitantes para su vida diaria (trabajo/estudios); los dos son jóvenes, empezando a fraguar una vida adulta; los dos requieren, por la complejidad del manejo terapéutico, ser atendidos en unidades especializadas (unidades específicas de su patología). Y los me contaron la misma experiencia: «no me escuchan…es posible que l@s médic@s de esa unidad sean los mejores para tratar esta enfermedad…pero a mí no me escuchan…no me dejan contar mi historia/tengo que contar lo que me ocurre cada vez que voy…siento que no me creen cuando cuento lo que siento y lo que me ocurre…¿a dónde puedo acudir?…no me apetece ir más allí».
Debo reconocer mi impotencia. Yo no tengo la experiencia ni los conocimientos ni el acceso a los medicamentos para poder ayudarles en sus dolencias. Por lo tanto, yo necesito el apoyo «clinico», pero no necesito que me los devuelvan desilusionados y deseperanzados. Ok. Yo me encargo de la parte emocional, de tratar el impacto en sus vidas, de buscar alternativas, de permitirles expresar sus miedos… pero eso no es suficiente. La medicina es a la vez ciencia y humanidad.
¿Por qué traer este tema aquí hoy? También a lo largo de los últimos días han llegado a mis manos (o a mi tablet) dos artículos sorprendentes. Los dos publicitan nuevas maneras para permitir que l@s médic@s se dediquen a lo realmente importante. El primero, publicado en el blog KevinMD propone la utilización de escribas para permitir que l@s médic@s puedan dedicar tiempo a explorar, hablar, pero no a escribir (es decir, no perder el tiempo delante de un teclado o de un bolígrafo). El segundo propone algo casi de ciencia ficción: robots que se dedican a hablar con los pacientes y a contestar sus preguntas para que l@s médic@s no tengan que perder su tiempo y distraerse de lo realmente importante (los robots empáticos). Por supuesto, este último es simplemente una sátira (por el momento…al menos).
¡Vaya reflexión puede surgir de aquí!. Algunos pensarán que está bien que no perdamos el tiempo en escribir. Sin embargo, yo lo veo de otra manera. Al escribir las historias no transcribimos las palabras de los pacientes. Tampoco nuestros pensamientos. Lo que hacemos es una tarea de reflexión, traducción y escritura que nos permite ordenar ideas, pensar de nuevo… Por eso creo que la propuesta no aporta nada nuevo. Salvo ideas basadas en la eficiencia de una empresa de producción de coches.
La segunda, siendo parodia, es alarmantemente posible en nuestro mundo actual. Desgraciadamente, much@s profesionales (y demasiados organizadores del sistema) piensan que pararse a «hablar» con el paciente es una actividad que nos roba tiempo de lo realmente importante: «hacer medicina» entendida como pedir pruebas, interpretarlas, diagnosticarlas y poner tratamientos. Sin embargo, como los pacientes que he comentado más arriba reflejan, tal vez eso no es lo único importante y no tiene valor si perdemos la capacidad de conectar con el paciente.
La comunicación no es exclusiva de atención primaria. Pero, incluso con nuestras restricciones de tiempo a dedicar a cada paciente, parece que somos los únicos que nos lo planteamos seriamente. Me pregunto cuánto dinero ahorraría el sistema sanitario (en consultas repetidas, en tratamientos, en pruebas innecesarias, en impacto en la vida de las personas) si tuvieramos a neustra disposición más tiempo para cada paciente.