El texto de Carlos Moreno (Literatura e Hipertexto) es complejo y extenso en lo que se refiere al análisis de la hipertextualidad en relación con la literatura. Tanto desde la perspectiva teórica hasta la investigación.
En primer lugar analiza la aparición de la Literatura como concepto, en el siglo XIX, como el momento en que el hipertexto se convierte simplemente en texto. ¿Por qué? Para el autor, los escritos previos a este momento mantienen una vida de tipo hipermedial, es decir, existen en tanto en cuanto existen para la lectura oral, el recitado, en muchos casos (pensemos en las obras griegas o en los romances medievales) para ser cantados, representados, etc. Por lo tanto la relación de los textos con el lenguaje de su época era hipertextual, en el sentido que el texto no se limitaba a sí mismo sino que se ponían en relación con otros medios. Sólo cuando empiezan a definirse los cánones literarios, los textos se convierten en obras independientes que existen por y para sí mismas, que son reducidas a lo textual.
Pero existía otro significado para literatura, previo al aceptado como hegemónico hoy en día (obras literarias incluídas en un canon). Era literatura todo texto destinado a conservar por escrito el conocimiento. En este sentido, no solo lo humanístico, sino también lo científico, escrito en relación a otros textos, comentado en relación a otros autores, era literatura. Un inciso, aunque en español no es especialmente correcto su uso, se usa, en el mundo médico, el término “literatura médica” para abordar el conjunto de publicaciones científicas en el campo de la medicina (por traducción del término inglés “medical literature”). Todos estos textos se escribían conectados a otros y eran, por tanto, hipertextuales, pues se creaba una red de conocimientos interconectados (aunque la conexión no era electrónica). Sólo la revolución industrial, con la posibilidad de producir textos a gran escala, impulsa el uso individual, separado y privado de cada texto, reduciendo lo hipertextual a lo textual.
Moreno nos invita a desacralizar los textos canónicos de la literatura, dando más margen al lector para establecer sus propias redes de relaciones hipertextuales, aunque reconoce la utilidad de tener estas listas de textos seleccionados como puntos de referencia. Y esto está muy relacionado con la noción de interpretación de un texto. Partiendo del hecho de que no hay una verdad objetiva en un texto (Gadamer) y que toda interpretación es fruto de un contexto (Ricoeur) acaba por definir el acto de leer como traducir, traicionar creativamente, expresarse, a través del juego o interés que que la obra provoca, y las mejores obras serían aquellas que suscitan un interés o una interrogación siempre nueva, tanto para un mismo lector como en diferentes etapas de su vida, como para diferentes lectores en diferentes épocas (pág. 108).
La cuestión fundamental que aborda es que el soporte no es el elemento más importante en la distinción entre texto e hipertexto, sino que es el contexto, la imposición de los autores, los teóricos, los críticos, los estudiosos lo que supone la imposición del texto sobre el hipertexto. Defender la hipertextualidad es dar la lector el poder de elegir cuáles son los enlaces que quiere seguir a partir de cualquier texto para construir su propia red de relaciones textuales.
Otro aspecto que, personalmente, me atrae es la idea que las nuevas tecnologías hipertextuales permitirán acercar lo que Snow ya denominó Las Dos Culturas, la científica y la humanística, mediante la desacralización de los textos canónicos, nivelando otros textos y permitiendo que lo creativo se vuelva más relativo y menos transcendente, al estilo e lo que ocurre en la ciencia (pág. 37). La difuminación de las fronteras entre textos, entre disciplinas, entre modos de abordar la literatura, irá consiguiendo un cambio profundo en la idea que actualmente se ha impuesto sobre qué es la literatura. La hipertextualidad es un ataque a lo intocable de los textos.
Del futuro de la novela, Moreno es muy claro: si la novela es un término usado para nombrar una forma de escritura inseparable de su difusión impresa, sobrevivirá lo que sobreviva este tipo de difusión (pág. 68). Pero no olvidemos que cambiar el soporte papel por el libro electrónico actual simplemente no supone un cambio en el modo de pensar la novela. La novela en el libro electrónico, en la casi totalidad de los casos, solo supone un paso del concepto papel al concepto papel electrónico, sin romper con sus características ni narrativas ni de acceso o participación del lector. Por lo tanto, no es el moderno libro electrónico el que amenaza en ninguna forma a la novela impresa.
En lo que sí se está produciendo una revolución es en lo que concierne a la investigación en Literatura. La accesibilidad a medios electrónicos permite disponer de bases de datos inmensas, de textos a mano que antes requerían de viajes para ser consultados, y la posibilidad de crear investigación a partir de textos mediante el recurso a la hipertextualidad. De esto modo el texto principal se convierte en un paratexto a partir del cual construir el conocimiento.
En conclusión, lo que Carlos Moreno quiere transmitirnos es que el hipertexto supone devolver la literatura a lo que fue, a su vocación principal e inicial, liberando los textos devolviéndolo a la red en que todo texto es visto en relación con los que le preceden y le suceden, pues ningún texto existe sin herencia.