Wikisanidad en su #CarnavalSalud ha planteado este mes un tema difícil. Difícil no solo por la probabilidad de encontrar múltiples opiniones diferentes como por la dificultad de hablar de un tema que ha adquirido el estatus de tabú en nuestra sociedad. Muchos blogueros, animados por el primer post de Monica Lalanda (polémico de una manera impresionante ajuzgar por los comentarios), han contribuido al debate, y yo me planteo qué puedo aportar de más.
El tema no me es ajeno. Tras volver a la clínica a principios de este año, lo termino con varios pacientes en situación de enfermedad terminal. Son esos pacientes los que te recuerdan la presencia de la muerte y la necesidad de la reflexión. Esta semana, por primera vez en mi vida profesional, me he sentado con una paciente, a su vera, en su cama, en su casa, y hemos hablado de su muerte, tan próxima que no creo que vea un nuevo año. Primero su familia, y luego ella, han decidido que quiere morir en su casa. Y a mí me toca estar a la altura de las circunstancias. Solo me ha pedido «no sufrir, no morir asfixiada como vio morir a una tía suya». Confieso que tengo terror, terror a no estar a la altura de lo que necesita de mí. Ni siquiera pude reprimir una lágrima cuando empezó a hablar de sus hijos y de su marido, uno a uno, alabando y agradeciendo la vida compartida. Todos estaban presentes en la entrevista.
Romper la conspiración de silencio cuando el paciente lo solicita, responder a sus deseos, asegurar nuestra asistencia en todo lo necesario, ser soporte de la familia y del paciente… enorme carga para unos simples mortales, que lo único que tenemos es un poco más de estudios. Y la presencia desgarradora de la realidad de la muerte.
Hace una semana una paciente y su hija me dieron las gracias. Gracias por hablarles ocn franqueza, por romper los silencios y las verdades ocultas, por permitirles hablar del escaso futuro (en este caso, meses) que tienen por delante. Hace unos días, en una nueva visita, me recibieron con una sonrisa, con la tranquilidad de saber que cada día es único, que ya no vale dejar para después, que todo debe ser dicho ya.
Ya he dicho en otros post que considero un honor ser médica de familia. Es un honor que te permitan compartir lo más íntimo de la vida, la muerte. Solo en eso ya tenemos un principio para hablar de dignidad de la muerte… pero eso será otro post… menos emocional y un poco más académico (al fin y al cabo, la muerte digna y la ética será mi tema del trabajo de fin de grado de Humandides)