Al hilo de un artículo de El País sobre los libros que muy pocos han logrado terminar voy a hacer una pequeña reflexión sobre La muerte de Ivan Illich.
A lo largo de mi infancia, adolescencia y primera juventud (esto es, hasta que me dieron el título de médica) todos los libros que caían en mis manos y todos los que había en casa, los había leído de cabo a rabo, a veces más de una vez. Pero, tal vez porque después tuve dinero para comprar más libros pero no podía comprar más tiempo, a partir de ese momento de mi vida han ido apareciendo libros para los que no encontraba el momento adecuado. La muerte de Ivan Illich ha sido uno de ellos.
Supongo que influye mucho el hecho de saberme la historia, los múltiples fragmentos leídos en los diversos libros sobre comunicación médica, sobre cuidados paliativos, sobre la conspiración del silencio, sobre la muerte, en fin. Como El Quijote, uno tiene la impresión de haberlo leído todo aunque no lo haya hecho y eso quita la ilusión de acercarse a él.
Pues bien, en el largo camino de regreso desde Bulgaria a Tenerife, con el beneficio de la tranquilidad (aun no se puede llamar por teléfono) y demasiado cansada para leer en el iPad, me surmergí en la historia. Y de la historia de un hombre que se enfrenta solo a la muerte, me gustaría contarles algunas de las citas que me han llamado la atención, sobre todo porque también habla de nosotr@s, l@s médic@s:
…todo sucedió como siempre sucede. La espera, los aires de importancia que se daba el médico […] la palpación, la auscultación, las preguntas que exigían respuestas conocidas de antemano y evidentemente innecesarias, el semblante expresivo que parecía decir que «si usted, veamos, se somete a nuestro tratamiento, lo arreglamos todo; sabemos perfecta e indudablemente cómo arreglarlo todo, siempre y del mismo modo para cualquier persona». Lo mismisimo que en el juzgado. El médico famoso se daba ante él los mismo aires que él, en el tribunal, se daba ante un acusado»
«No era cuestión de la vida o de la muerte de Ivan Illich, sino de de si aquello era un riñón flotante o una apendicitis»
Me llama la atención cómo una historia escrita a finales del siglo XIX puede continuar reflejando una realidad tan actual que da miedo. Me hace pensar que no hemos conseguido evolucionar mucho en el apartado de las actitudes, aún cuando hayamos llenado nuestra práctica de ciencia.
Este texto me invita a pensar, reflexionar y espero que (en un futuro) no lejano a investigar sobre nosotros mismos como colectivo (un poco de auto-antropologia de la medicina no estaría mal, ¿verdad?)
En próximas entradas intentaré seguir desgranando mis descubrimientos en Ivan Illich.