Cuestión de fronteras (todólogos versus cachitólogos)

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Esta no es una entrada sobre política (aunque realmente todo es política); es una reflexión sobre SER médica de familia. Es una reflexión sobre la diferencia entre dedicarse a la todología o a la cachitología. Y sobre tendencia innata de todo todólogo hacia la cachitología.

Hace poco surgió un debate en un grupo de profesionales del que formo parte. El centro del debate era la cantidad de tiempo que debía dedicar un profesional (médico/a de familia o MIR) para aprender una nueva técnica. Los docentes, con amplia formación y experiencia sienten que nunca es suficiente. Otros simplemente aportaban los criterios que se marcan para la formación (criterios para aprobar la formación). El debate está servido.

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De dogmas, sociedad, medicina y vacunas.

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Vivimos en una sociedad asentada en dogmas. Un dogma, dejando aparte su parcela religiosa, es un, según el DRAE: «Proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia» y también «fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión«. Una sociedad basada en el dogma requiere de verdades que no necesite reflexionar, que no puedan ser cuestionadas y que den seguridad a las decisiones de la vida diaria. Para más complicación, nuestros dogmas son moralizados, es decir, calificados en general como buenos o malos. Esto supone dar carácter de norma moral a estos dogmas y, por tanto, califica a quienes se adhieren o no a ellos.
Ser una sociedad dogmática facilita mucho la vida. Requiere gastar poca energía en pensar y en reflexionar, evita que nos cuestionemos a nosotros mismos y a nuestras decisiones y hace mucho más fácil la educación, puesto que es más sencillo enseñar contenidos que enseñar a pensar. Ser dogmáticos implica ser económicos en el uso de nuestra capacidad cognitiva.
La práctica médica y la subcultura médica no está libre de esta tendencia al dogma. Y la transmisión de ellos a los pacientes casi nos convierte en sacerdotes de una nueva religión, la salud.
Pero, tal vez deba poner ejemplos para apoyar mi tesis. Recuerdo una paciente con diabetes, absolutamente descontrolada y…desconcertada. Tras una profunda entrevista valorando sus hábitos dietéticos, la paciente exclamó: «Pero si yo estoy haciendo las cosas bien. Me han dicho la fruta es buena para la diabetes. Pues yo me como todos los días un kilo de mandarinas. ¡No entiendo porque voy mal con el azúcar!» Ergo, si la fruta es buena, mucha fruta es mejor. Esta es solo una de las consecuencias de nuestra tendencia a resumir cualquier intervención sanitaria con un «..es bueno…» o un «…es malo…» para la salud.
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Discurso de transmisión de conocimientos. Papel del hipertexto

Ideas extraídas del artículo siguiente (aunque yo he usado una versión en papel, aquí lo tenéis en formato hipertextual, como corresponde al tema):
Séré, Arlette. «El documento hipertexto en el discurso de la transmisión de conocimientos». Estudios de lingüística del español; 2006: Vol.: 24 Nuevos géneros discursivos : los textos electrónicos (2010). http://www.raco.cat/index.php/Elies/article/view/195642/262265.

Séré, en este artículo, reflexiona sobre la posibilidad de que el hipertexto pueda constituir una verdadera novedad dentro del espectro de los documentos que tienen como ser el discurso de transmisión de conocimientos. Para ello no analiza el componente textual sino el paratextual,   dado que es éste último el que facilita la lectura y compresión de un texto, lo que se ha dado en llamar el “umbral del texto”. Lo cierto es que el paratexto es lo que nos permite determinar el género de un documento.

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¿Sociedad del Conocimiento o de la Ignorancia?

El concepto de hipertexto crece y se expande en un nuevo paradigma de sociedad: “ LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN Y EL CONOCIMIENTO”.

Las anotaciones de esta entrada son reflexiones y conclusiones a partir de la lectura (total o parcial) de los siguientes textos:

La Sociedad de la Ignorancia, editado por Gonzalo Mayos Solsona and Antoni Brey. 1. ed. Atalaya 417. Barcelona: Ediciones sociedad-de-la-informacionPenínsula, 2011.

La era de la información: economía, sociedad y cultura.  Manuel Castells.  Madrid: Alianza, 2003.

Historia de la sociedad de la información, de Armand Mattelart. Barcelona: Paidós, 2007.

Pero antes, una anécdota personal. Hace un par de años, tras volver de una reunión en la que me habían explicado el funcionamiento de la nueva Biblioteca Virtual del Servicio Canario de Salud, comenté a uno de mis compañeros, inquieto buscador de conocimiento, las posibilidades que ofrecía. Tras explicarle los modos de acceso y los recursos disponibles, solo pudo comentar una cosa: «Esto me provoca una gran frustación. Disponer, al alcance de la mano, de tanta información y no poder abarcarla toda, provoca sentimiento de culpa. Siempre hay mucho que no podremos saber.»

La Sociedad de la Información y el Conocimiento, por tanto, tiene dos caras: la de las posibilidades y la de las realidades. Y en ambas hay aspectos positivos y negativos.

 En primer lugar, este nuevo paradigma nos ofrece muchas mejoras:

–       La posibilidad de disponer de toda la información del mundo sobre cualquier tema

–       El acceso ilimitado a la información: la transparencia

–       La libertad para decidir qué información necesitamos para tomar nuestras decisiones

–   La posibilidad de comunicarnos de modo ilimitado, sin barreras temporales o geográficas.

Las mejoras tienen, sin embargo, su lado oscuro:

–   El exceso de información es inabarcable, nadie puede estar al día en todos los conocimientos que necesita. Es la “infoxicación

–   Se hace necesario convertirse en “expertos” en áreas concretas, lo que nos deja aislados del conocimiento general para el funcionamiento social y democrático. La obsolescencia cognitiva nos obliga a renunciar a una cultura estable, por lo que solo queda el recurso a potenciar la vida privada en detrimento de la vida pública/social: la democracia se resiente.

–    El tiempo dedicado a buscar información no deja tiempo para crear el conocimiento, que necesita de la reflexión a partir de la información. Por lo tanto, la sociedad de la información genera una sociedad de la ignorancia y de la incultura.

–  La subjetividad se construye, en este momento, preferentemente a partir de la transmisión horizontal de la cultura, una cultura en perpetuo cambio que no permite la adaptación del individuo, y que es plural hasta el infinito, obligando a la elección constante.

–   La pluralidad y la infinitud de información disponible obliga a renunciar a disponer de una cultura general suficiente que permita el empoderamiento democrático, obligando a cada individuo a especializarse en un solo campo de conocimiento y a dedicar toda su energía a mantener el nivel adecuado.

–   Pero, sin disponer de una cultura global que le permita tener una idea general de la sociedad, queda a merced de los mensajes, especialmente los audiovisuales, que, controlados desde una estructura de poder difuso, permiten mantener las viejas estructuras sociales de poder, especialmente las patriarcales, sin que se produzca una reacción a ellas. El único reducto de reacción se encuentra en el refugio en viejos valores, transformados por lo actual, lo religioso, lo étnico o lo nacional, se constituyen en un amarre seguro ante la indefinición y la pluralidad. Y en esa necesidad de una identidad segura se asientan los fundamentalismos actuales.

La cara oscura no invalida el potencial de las Tecnologías de la Información y el Conocimiento, pero si no conocemos los aspectos positivos y negativos por igual podemos acabar viviendo en un mundo irreal. Si somos demasiado utópicos con el beneficio esperable de los avances tecnológicos no podremos entender las derivas inesperadas de la sociedad. Nos toca por tanto, renunciar a parte de la información y comenzar a crear conocimiento.

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