Descubro con sorpresa un artículo: «fabrican robots capaces de entender a las emociones de los clientes«. El artículo dice literalmente que este nuevo » robot-humanoide capaz de comunicarse con las personas y entender sus emociones…» «…saldrá a la venta por unos 1.400 euros, pese a lo avanzado del robot, que además de escuchar, entender los mensajes y hablar, cuenta con una pantalla parecida a una tableta para mostrar información y comunicarse». Escuchar, entender y hablar. ¿Nos estaremos acercando a disponer de robots capaces de hacer lo que la medicina moderna ha conseguido negarse a sí misma?
Es curioso pensar que la tecnificación de la medicina ha supuesto una pérdida progresiva de la humanidad de la misma. Por eso se promueven, afortunadamente cada vez más, proyectos de humanización de la práctica sanitaria. Profesionales preocupados por la deshumanización, profesores de ciencias de la salud comprometidos con formar nuevos profesionales capaces de mirar a los ojos a los pacientes, iniciativas profesionales que invitan a mirar, cursos de comunicación, la empatía como «religión», etc. etc. Y resulta que otros lo solucionan poniendo emociones en la tecnología. ¿Habrán claudicado en la humanización de los humanos? O tal vez se deba a que las máquinas no tienen las malas costumbres de los seres humanos: no se cuestionan el poder, ni su propio papel, no sufren con las emociones, pueden ser programados y desprogramados en función de las necesidades, no se cogen bajas, no se quejan, no piden aumentos de sueldo, no se rebelan (bueno, si nos atenemos a la producción audiovisual podemos encontrar algunos ejemplos de revueltas iniciadas por robots cuando se les concede el don de la emoción, o si no, disfruten de la serie de culto Galáctica Battlestar).
Por mi parte, prefiero seguir formándome en empatía, simpatía, compasión. Para ponerlo difícil. A ver si tardan mucho en tener un robot que pueda sustituirme adecuadamente con mis pacientes.
Y hablando de estos términos, saco a la palestra un artículo publicado en Medical Humanities, revista del grupo BMJ. El artículo se titula: The Death of Hector: pity in Homer, empathy in medical education. Forma parte de una serie en la que se analiza la Iliada y la Odisea, de Homero, extrayendo sentido útil para la medicina actual. Forma parte de lo que podríamos llamar Literatura y Medicina, aunque incluye aspectos de otras disciplinas humanas como la historia, la cultura clásica o la filosofía.
En fin, en este artículo en concreto se analiza la diferencia entre el significado actual de empatía, como un instrumento cognitivo a aplicar en las consultas, con el significado original de compasión y lástima en Homero, en los que es imposible separar la acción cognitiva de «comprender las emociones del otro» y la acción emocional de «sentirse conmovido y compelido a actuar por esas emociones percibidas en el otro«. Destacan la necesidad de convertir la empatía en un acto performativo, en un verbo y no en un nombre. Empatía no es algo que es, sino algo que se hace y que forma parte del carácter del profesional. Y además, enfatiza la importancia de que el médico también «sienta», no solo «comprenda cognitivamente». Este es un aspecto fundamental de la medicina narrativa, en la que el profesional admite que se siente «conmovido por las historias» y se aleja de la idea ya arraigada en nuestra práctica de la obligatoreidad de la distancia emocional completa. Parece que esa «barrera emocional autoimpuesta» puede ser más perjudicial que beneficiosa, pero eso es material para otro post.