
Subo a la azotea. He redescubierto el placer de tender la ropa al viento y al sol. El aire frío de este invierno suave compensa un poco la intensidad del sol. Entre flexión y extensión para coger una nueva pieza de ropa y asegurarla en la liña con las cada vez más escasas trabas que van sobreviviendo a los meteoros, pienso en cómo plantear el análisis estadístico de mi proyecto. Los ojos se me van de cuando en cuando hacía el mar, azul brillante, allá a lo no tan lejos. Los oídos se recrean en los pájaros. ¿Se oye un cernícalo a lo lejos? Miro a las montañas. Y mi corazón añora la última vez que las vimos nevadas. Y vuelvo a mis pensamientos. Ese curso, ¿cómo plantearlo para que sea interesante a la vez que entretenido, enriquecedor a la vez que placentero?