
Vivimos en un tiempo en el que hemos interiorizado que la perfección es posible. Madres perfectas, trabajos perfectos, vacaciones perfectas, colegios perfectos, niños perfectos, ocio perfecto, salud perfecta, trabajadores perfectos…
Realmente lo que hemos hecho es creernos un “anuncio subliminal” sobre la vida. Como todo marketing, es lo suficientemente convincente para que creamos que esa perfección existe pero no lo suficientemente lejano como para creer que no podemos llegar a ella. De hecho, si no lo conseguimos es porque algo hacemos mal, o poco, o no trabajamos lo suficiente.
La perfección se construye fácilmente en el mundo actual. Basta que cada uno suba a las redes sociales un breve instante de perfección (ese momento sublime que recuerdas toda la vida). La suma de todos esos instantes hace una vida perfecta, pero olvidamos que son instantes de miles de vidas y que cada uno solo puede aspirar a algún breve sorbo de felicidad de vez en cuando.
Nos inunda el conocimiento. Todo está a mano. Aspiramos a saberlo todo. Y cuanto más sabemos de una sola materia, más ignoramos de todo lo demás. Pero vivimos en la fantasía de creer que lo sabemos todo. En lugar de ser conscientes de que es posible que cualquier otro tema tenga tanto contenido, profundidad e incertidumbres como aquella que dominamos y aprender humildad; lo que vemos es a “expertos del 4º tornillo de la 3ª línea” hablar del coche completo, de las carreteras, y de la geopolítica mundial. En la mayor de los casos no hablan de lo que es, sino de lo que desean que sea.
Vivimos inundados de deseos. El deseo y la envidia es lo que mantiene al neocapitalismo funcionando. Si tú tienes yo quiero. Si tú eres, yo soy más. Nada es suficiente, ni la felicidad, ni lo material, ni el conocimiento. Insatisfechos para la eternidad. Dominados por la insatisfacción. Incapaces de ser suficientemente felices (o mejor, serenamente felices).
Y esto no es ajeno a la sanidad. El deseo de tener una salud perfecta y el marketing que convence de que es posible vivir en la utopía que define la OMS como salud llena los centros sanitarios de personas sanas, extremadamente preocupadas por cada síntomas, malestar, emoción, percepción… Contactos múltiples y repetidos que suponen un riesgo para el consultante y el consultado. Aquellos porque, a más contactos, menor es la capacidad discriminatoria de los síntomas y más riesgo de errores aparece. Y éstos porque la sobrecarga y el error destruyen almas y cuerpos.
La sanidad/negocio del neocapitalismo necesita personas insatisfechas y deseosas de lo inalcanzable. Solo así puede convertir a los cuerpos en medios para ganar dinero.
¿Cómo se cambia esto?