Externalizando…

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Todo el mundo sabe lo que es externalizar, creo. Esa costumbre tan neoliberal de repartir cachitos de las tareas de tu empresa para que la hagan otras, habitualmente más baratas. En los servicios de salud es costumbre externalizar la limpieza, la lavandería, la seguridad, las cafeterías. Esto, en la cabeza de los gestores y políticos, suena a “menos empleados públicos”, “más barato”, “los problemas son de otro, a mí que me presten el servicio”.

Pero, en una lógica neoliberal, la externalización de servicios es una forma de “deshumanizar a las personas” que pasan a ser simplemente recursos, y más bien recursos materiales que incluso recursos humanos. No importa quién está prestando el servicio a tu lado, lo importante es que venga “alguien”. Alguien que no es de “los nuestros”, un extraño (aunque los conozcamos bien porque muchos trabajan año tras año a nuestro lado)

La externalización, como concepto también lo aplicamos en el día a día. Externalizar al otro es convertirlo en un “otro”. Me explico: estamos “nos-otros” y están “los-otros”. Sentimos afinidad, pena, sufrimiento, simpatía, compasión… por “nos-otros”. Pero “los-otros” termina por ser ajenos a nuestras emociones. No nos impactan demasiado. A veces, si atisbamos un segundo de afinidad, tal vez, nos apenamos, pero poco más. Pronto desaparecen del radar.

El mejor modo de conseguir que a una parte de la población no le importe la otra parte es transformar a estos últimos en “los-otros”. ¿Como se consigue? Destacando sus rasgos “malvados”, su “diferencia”, su “no es de los tuyos”, su “viene a hacerte daño”, su piel, su clase, su dinero, sus deseos, sus expectativas pueden ser diferentes, tú eres diferente, no eres de ellos. Se destaca a alguno similar que sea realmente despreciable (siempre hay gente despreciable en todos los grupos, incluso entre nos-otros). Y te lo crees. Y pasan todos los que se parezcan al grupo de “los-otros”. Esos que, según Judith Butler, no merecen ser llorados.

En la atención sanitaria, y en la medicina especialmente, hemos pasado décadas transformado en “los-otros” a los pacientes, en lugar de en un-otro. Tal vez porque gestionar emocionalmente que mañana puedo ser yo la que está al otro lado de la mesa supone un esfuerzo y energía ingente.

Esto también ocurre en la vida más allá de mí misma. Algunos humanistas y científicos sociales hablan de que la percepción de la naturaleza como “lo-otro” está en la raíz de nuestros problemas actuales. Al entender que es externo a nos-otros, siempre estará supeditada a las necesidades/deseos percibidos por nos-otros.

Me explico: yo veo mi brazo como parte de mi cuerpo. Si le ocurre algo a mi brazo, sentiré que me ocurre a mí. Así que no obligaré a mi brazo a cargar un bolso de 60 kg porque yo sufriré con ello, aunque me apetece un montón llevarme medio armario ropero al viaje. Si percibiera la naturaleza como parte de mi misma, no sería capaz de, por ejemplo, dejar perder el agua por el desagüe sabiendo que los arboles, que son parte de mi ser extendido, necesitan beber.

Todos los ejemplos, tan diferentes, nos llevan a la misma meta. Para proteger necesitamos sentir al-otro, lo-otro, como parte de un nos-otros. Necesitamos repensar qué es lo que realmente está junto y lo que está separado. Imaginaos que, de repente, nos demos cuenta, de que el dinero es un lo-otro, y la sonrisa del extranjero un nos-otros.

Culpables o como la culpabilidad centrada en el paciente habita los servicios sanitarios

  • Es que no se toman los tratamientos y luego quieren que no les dé un infarto
  • Hace lo que les da la gana, confunden pastillas, gotas, se las toman cuando les parece y luego vuelven a que les arregle el problema
  • No hacen ejercicio y esperan que les cure el dolor de espalda en 24 horas.
  • Comen fatal y quieren que les dé un medicamento milagro para perder de peso
  • No quiere hacer dieta y pretende que le arregle esas rodillas.
  • Viene una y otra vez, consumiendo consultas y recursos, como si no le hubiera dicho ya que no hay nada más que hacer
  • Venir a urgencias no va a hacer que lo opere antes, ya cansa.
  • Me lo decían una y otra vez pero no quiere dejar de beber, ¿qué quiere que le haga yo?
  • No lo quieren cuidar en casa y luego exigen tener camas para que les atiendan cuando se ponen enfermos

En fin, versiones más o menos dulcificadas de estas hipotéticas afirmaciones las hemos oido (y tal vez, hasta dicho) muchos de los que habitamos el ecosistema sanitario en el lado “profesional” de la mesa.

Muchas veces son fruto de la desesperación, incluso del interés genuino por la salud de los pacientes. Pero, sobre todo, son una señal de que algo falla en nuestra formación, desde la facultad hasta la FMC. Faltos de formación y reflexión en el impacto de las condiciones de vida en las decisiones de las personas con enfermedades (o sin ellas), de la saca de aprendizajes que traemos desde nuestras infancias (aprendizajes que no elegimos), de la ausencia de habilidades de comunicación para acercar la información, las instrucciones y los aprendizajes saludables a nuestros pacientes (ausencia incluso de la capacidad de detectar nuestra falta de pericia en comunicación) y sobre todo, la ausente intención de ayudarnos a reflexionar sobre autonomía, moralismo, funciones, objetivos, expectativas.

Para disminuir la prevalencia de estos problemas es una necesidad imperiosa: diseñar las consultas, la transmisión de información, la formación de pacientes y los sistemas sanitarios (en lo micro, lo meso y lo macro) y cambiar las condiciones de vida. No podemos seguir echando la culpa a los otros (y tampoco a nosotros mismos).

¿Sueñan los pacientes con médicos mecánicos?

Ocho menos cuarto de la mañana. Mientras firmo la entrada en el sistema de control de asistencia, pienso en lo poco que quiero estar hoy en el trabajo. No es lo habitual, pero hoy…no soy yo. Tras varias noches de mal dormir, por mi propio cuadro de tos incontrolable, acompañado de malas noches de mi bebé, mi cabeza se niega a funcionar a pleno rendimiento. Para más inri, hace semanas que arrastro una demora de 2 o más días, lo que hace que muchos pacientes acudan sin cita (y no tenga muchas razones para enfadarme) y, casi seguro, faltará algún compañero y aparecerán sus pacientes (o los de los compañeros que hoy hacen la tarde). En fin, que no preveo una jornada cómoda, ni fácil. Y si no es fácil cuando estás al 100%, ¿cómo sobreviviré hoy?

Los pacientes quieren una atención más humana. Pero…¿quieren médicos más humanos?

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Médicos y redes sociales.

A raíz del último examen MIR se ha desatado un curiosa polémica en relación a la relación de los médicos con sus pacientes a través de las denominadas redes sociales contemporáneas (léase Facebook, twitter, Instagram, google+, Linkedin, etc.). La pregunta en cuestión, que se hizo viral, la pueden encontrar comentada hasta en la prensa generalista. Detrás de esta proliferación de opiniones, noticias, bromas, memes, etc. se ha desatado un debate sobre el tema y diversas organizaciones han intentado dar respuesta a lrelación médico-pacientea cuestión (que como tal con toda seguridad no se estudia en las facultades de medicina). El último del que he tenido conocimiento ha sido éste, en el que participa una de las autoras del Manual sobre el Buen Uso de la Redes Sociales para médicos y estudiantes de medicina. En el comentario de Marian Jimenez Aldasoro (médica a la que conozco y admiro) se dice: «en el caso de las relaciones con los pacientes hay que mantener una “separación contundente” entre lo profesional y lo personal. “Igual que no eres médico de tu familia o amigos, tampoco puedes entablar relaciones personales con tus pacientes”«. Continuar leyendo «Médicos y redes sociales.»

Corteses pero no curiosos: la ausencia de cuidado «existencial».

Ha llegado a mis manos un artículo que es, cuando menos, intrigante. Publicado en el Journal of Medical Ethics en mayo de 2011, presenta un estudio cualitativo realizado con médicos noruegos: «Courteous but not curious: how doctors’ politeness masks their existencial neglect. A qualitative study of video recorded patien consultations«. Realmente no hay motivos para pensar que lo que encuentran en su estudio no sea también una realidad en nuestro medio: l@s médic@s somos corteses, bien educados, con los pacientes, pero olvidamos u obviamos todo lo referente a la vida existencial de los pacientes, a sus preocupaciones más profundas.

 

Esto no parece un problema de mala práctica, sino que está profundamente arraigado en el modo en que entendemos y practicamos la medicina. En cierta medida lo que hacemos es «objetivar» a los pacientes, esto es, convertirlos en objetos de materia médica. Los tratamos de modo correcto y educado, pero obviamos que son «sujetos». En el estudio los profesionales no eran capaces de aprovechar los avisos de los pacientes sobre su necesidad para entrar en la esfera más íntima, subjetiva, la dimensión existencial de su vida, en cuanto al impacto que la enfermedad tenía.  Todos los intentos del paciente por presentar esta faceta de su vida terminaban con una eficaz redirección del profesional a la cuestión estrictamente médica. Continuar leyendo «Corteses pero no curiosos: la ausencia de cuidado «existencial».»

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