Arte y ciencia. He tenido varias veces el debate sobre la condición de la medicina como arte. Con mucha frecuencia recibo como respuesta que la medicina es una ciencia y punto. Sin discusión, sin reflexión, no deja de ser una creencia.
La formación en filosofía de los médicos es casi inexistente. Los currículos universitarios se concentran en el aprendizaje de la biología, la fisiología y la patología. Como mucho unas pinceladas de bioética y de derecho para evitar meter la pata. La medicina irreflexiva y actuante como objetivo.
En este contexto, la medicina de familia no se ha construido de una manera diferenciada. Necesitada desde el principio de justificar su propia existencia en un mar de especialidades cada vez más estrechas, la MF se ha concentrado en defender unas habilidades, lugares y tareas que considera diferenciales (al fin y al cabo, solo eres especialidad si haces algo que no pueden hacer los demás):
- La comunicación como habilidad, y de ahí el Grupo-Programa de Comunicación y Salud
- La prevención como tarea, y de ahí el Grupo-Programa de Actividades Preventivas-PAPPS
- El lugar como fin: los centros de salud (atención primaria)
En los textos que Abel Novoa ha escrito para AMF y para el blog NoGracias se exponen de una manera extensa las bases filosóficas de un nuevo generalismo. Los libros de Joanna Reeves (Medical Generalism Now) y el de Sophie Park y Kay Leedham-Green (Generalism in Clinical PRactice and Education) son otras fuentes imprescindibles, aunque en inglés.
Para mí, la aportación fundamental que hace Novoa es permitirnos pensar que ciertamente nuestra especialidad (generalismo) es diferente, tan diferente a las otras, que no solo tiene que existir por si misma, sino que tiene que tener una estructura de aprendizaje diferente a las otras.
Aprender medicina de familia en el grado o en el postgrado utilizando las mismas herramientas que usan las demás especialidades (la MBE como fundamento filosófico y la enfermedad como eje de aprendizaje) es un gran error. Lo que se obtiene al final son médicos con un conocimiento amplísimo de las enfermedades, de las medidas preventivas, armados de habilidades de comunicación superiores a las de otros especialistas (salvo excepciones), pero ¿médicos generalistas, de familia? Con todo ese bagaje, pero con la ausencia de la comprensión de lo que es ser médico de familia/generalista, las nuevas MF se pueden encontrar más cómodas en un servicio de urgencias que en una consulta de AP, más cómodas con personas con enfermedades definidas que con « síntomas físicos persistentes » (lo mas frecuente en AP), más calmadas ante una urgencia que ante un llanto.
No es problema ni culpa ni responsabilidad de las médicas de familia, sino de quienes estamos detrás, de las que llevamos años y de las estructuras creadas. Tengo la impresión de que hemos luchado tanto para que los demás médicos especialistas nos respeten demostrando que sabemos lo suficiente de lo suyo, que hemos olvidado aprender « lo nuestro ». Nos falta relato para contarnos y darnos significado (que diría Lola López Mondéjar).
Es hora de empezar a contarnos, a relatarnos, a formarnos y formar en las bases estructurales que deben sustentar el edificio de la medicina de familia. Y estas bases no son la MBE (que también deberíamos conocer bien) sino la ACP (atención centrada en la persona), el disposicionalismo, el generalismo. Y aprender a partir de ahí. Es el único modo de tener MF que se sientan cómodos trabajando como médicos de familia.
El nuevo programa de la especialidad es un avance. El método centrado en el paciente es un marco que nos permite avanzar en nuestra particularidad, en nuestra especificidad. Pero no es suficiente. Es un punto de partida.
Las bases filosóficas y estructurales no se aprenden rotando, se aprenden reflexionando, creando espacios para aprender y pensar colectivamente. Y continuar haciéndolo a medida que se rota por otras especialidades. Pero también hay que formar a los formadores. Que nacemos aprendidos.
Tenemos que reconocer que la Medicina de familia no es igual a la medicina ortodoxa, la de la MBE, la que se enseña en la facultad y en las demás especialidades, tiene una justificación filosófica y un método completamente diferente. Y hay que gritarlo bien fuerte. Cualquier médico no sabe hacer medicina de familia/generalismo.
Y me pregunto si esto se puede aprender perdiendo el contacto con AP durante tantos meses seguidos, en los que el hospital, esa potente fuente de la fuerza, es capaz de absorber mente y cuerpo de nuestros residentes. En este sentido, ojalá fuera posible hacer cosas como las que plantean los canadienses: mantener una consulta un día a la semana en AP durante toda la formación.
À mí me ha costado una vida ir cambiando mi perspectiva, construir nuevos cimientos y estructuras, repensarme como médica de familia. Espero que otras lo consigan siendo más jóvenes.