Prohibido debatir

Twitter tiene en su mayor ventaja su peor demonio. Los mensajes cortos y rápidos permiten emitir con celeridad opiniones sobre los más diversos temas. Pero sus mensajes cortos y rápidos hacen que sea más fácil ser extremadamente categórico y simplista en las opiniones. En cierto sentido, radicaliza los debates a posturas de «blanco o negro». En un país en el que el debate nunca ha sido nuestro fuerte, donde siempre hemos considerado que hay verdades que no pueden ser criticadas, twitter se convierte en el semillero de radicales que llegan a usar el insulto y la violencia verbal. Esto ocurre con mayor intensidad cuando el twittero es alguien comprometido con la extensión de su mensaje y que considera una obligación convertir a aquellos que no piensan como él.

Twitter podría ser una herramienta impresionante para conocer la multitud de visiones de un mismo problema, la posibilidad de abordarlo desde perspectivas diferentes, para comprobar que no todo está resuelto con un «esto es así y punto», un lugar para aprender y compartir, cambiando o no tus propias ideas a partir de ese intercambio. Sin embargo se convierte en un campo de batalla, desagradable, proselitista, que invita a enunciar «verdades universales» y que impide debatir las cuestiones complejas como se merecen.

Lo triste es que esta tendencia a reducir los debates y la critica mediante la amenaza y el insulto no solo ocurre en campos en los que la confrontación es habitual (como la política o la religión) sino también en campos en los que el debate es fundamental para avanzar en el conocimiento, como la medicina.

En fin, Twitter es un medio de cercenar la capacidad de pensamiento crítico y debate para las futuras generaciones, si permitimos que sea así.

Médica de (mi) pueblo

Hace ya más de un mes que me incorporé a mi destino definitivo en el SNS, muchos trienios después de mi primer día de trabajo como médica. El destino (la OPE, quiero decir) me ha llevado (voluntariamente) a un lugar al que, no hace mucho, juraba que nunca iría a trabajar. A mi pueblo.

Desde que terminé la especialidad de medicina de familia he trabajado en muchos y variados lugares, pero el camino me ha ido moviendo desde lo  urbano a, finalmente, lo genuinamente rural. Y mi vida personal y familiar me han llevado a elegir trabajar en el lugar en el que he vivido la mayor parte de mi vida, mi pueblo. Continuar leyendo «Médica de (mi) pueblo»

Nueva ley de protección de datos

En las últimas semanas he intentado aprender cómo ajustar mi blog a las leyes de protección de datos. Como podéis ver, este blog no supone una actividad económica, así que realmente me cuesta dinero mantenerlo. Por esa razón, me parecía excesivo contratar servicios para legalizarlo que suponen un coste considerable para un blog personal. sin embargo, me parece que es un tema importante. Y me gusta tratar a los demás del mismo modo que pido ser tratada. He leído mucho y he intentado ponerlo al día en estos temas. Seguro que hay cosas que mejorar. Seguiré trabajando en ello.

Uno de los elementos que aún no he conseguido arreglar es la cuestión de las suscripciones. Por este motivo, después de publicar esta mini-entrada, borraré todos los datos de todas las personas que se suscribieron a este blog previamente al 25 de mayo de 2018 (todos, en realidad). Cuando encuentre un sistema fácil de suscripción que me permita cumplir las leyes actuales, volveré a poner este servicio a disposición de todos. Gracias por haber compartido mi proyecto.

Pido disculpas por el silencio. La vida requiere priorizar las cosas importantes, y en la mía hay un par de personitas que necesitan mucha atención. A medida que todo vaya fluyendo, volveré a escribir con regularidad.

¿Bloguear o no bloguear? That’s the question!

Tras muchos meses de silencio, motivados por la existencia de otros proyectos prioritarios, me planteo si debo volver o no a escribir en este blog. La decisión no es fácil. De hecho, llevo ya más de un mes intentando tomar una decisión definitiva. Está claro que, si este post aparece en el blog, ya me he decidido en positivo. Sin embargo, creo importante compartir las reflexiones que han ocupado mi cabeza en las últimas semanas.

Hay muchos motivos para escribir un blog. Continuar leyendo «¿Bloguear o no bloguear? That’s the question!»

Lo «humano» se nos supone…

Surgen aquí y allá críticas sobre el impulso «humanizador» de algunos gestores sanitarios. No me queda claro si el problema es lo «humanizador» o lo de gestor, o lo de que sea un gestor (paradigma de lo inhumano, a tenor de lo que se lee) el que hable de humanización.
A los sanitarios, lo humano se nos supone (como el valor a los soldados). Y como se nos supone y parece que nos lo inculcan, cual don divino, en el momento de pagar la primera matrícula en la universidad, ya nadie se preocupa de analizar, evaluar y formar en esa cuestión. ¿Para qué? Ya lo llevamos dentro. Eso sí, si siendo sanitario, se te ocurre pasarte al «lado oscuro», cual Darth Veider, pierdes lo humano y te conviertes en máquina deshumanizada. Supongo que si regresas a La Luz, milagrosamente recuperas la humanidad al pasar la frontera de la puerta de la consulta.

Disculpad la ironía. Os contaré una anécdota. Por necesidades del servicio, esto es, porque la guardería no acoge a bebés enfermos, me llevé mi bebé a la facultad de medicina hace unos días, carrito con todo, bolso con libros, y ¡escaleras! Para llegar a mi destino, tres tramos de escalones que me parecieron el ascenso al Everest. Pero me dije: » este pasillo está lleno de jóvenes lozanos y humanos estudiantes de medicina, llenos de valores de altruismo y ayuda. No será difícil. Se pelearán por demostrar que son lo que quieren ser, buenas personas para ser buenos médicos». Mi gozo en un pozo. ¡Ni uno! Ni uno, ni una se ofrecieron a ayudarme a elevar el carrito con mi niña a las alturas. 

Por eso, cuando leo la idea de que los médicos somos humanos por naturaleza, me da un poco de risa. Los médicos no somos ni más ni menos humanos que los pacientes (y hay pacientes que agreden a los médicos). Aunque tenemos la obligación moral de serlo más. Pero si nadie te lo enseña, si nadie te enseña a reflexionar sobre esas pequeñas cosas que has convertido en rutina y ya no te escandalizas por ellas (como no se escandalizaban los dueños de esclavos de sus condiciones), no hay humanidad en la atención. Cuando no te miran a los ojos, cuando no te llaman por tu nombre, cuando no comprenden tu sufrimiento, cuando las burlas son el pan de cada día y el único mantra. Cuando no te piden permiso para quitarte la ropa, no te explican lo que te van a hacer, no saben de tu miedo y tu angustia…etc. Eso es deshumanización.

Y sí, las condiciones laborales malas fomentan la deshumanización, pero no son la única causa. Y las buenas condiciones laborales y los buenos sueldos, por sí mismos, no humanizan nada (o Rodrigo Rato sería candidato a santo), porque el proceso de deshumanización de la atención sanitaria no es nuevo. Ha seguido un camino paralelo a la tecnificación, a la objetivización de los pacientes que han perdido su condición de sujeto para ser objeto de la ciencia. Y este camino ha sido largo y ha pasado por etapas de vacas flacas (como la actual) y de vacas gordas (como la previa). 

La humanización de la atención sanitaria es responsabilidad de todos. Porque un médico con interés genuino por el otro, lo será en la consulta (y se interesará por los pacientes) y lo será en la gestión (y entonces su interés serán sus trabajadores). Por lo que es una inversión de futuro para todos. 

Es cierto que no podemos desvestir a un santo para vestir a otro (esto es, dejar sin cubrir las plazas para crear unidades de humanización), pero tampoco podemos esperar a tener la cocina de nuestros sueños para comprar una lavadora. Hay que intentar mejorar un poco por todos los frentes. ¿Cómo? Ese es el problema. Sabemos qué pero es complicado acertar en el cómo. 

No creo que un gestor inhumano sea capaz de incentivar la humanización de la atención sanitaria. Pero eso no invalida la idea de la necesidad de trabajar en ello.

Y como muestra un botón, un proyecto interesante en el que se implican los profesionales: http://humanizandoloscuidadosintensivos.com/es/inicio/

Síndrome de dependienta

«Me pone una de trauma, dos de análisis, una de ginecólogo que hace tiempo que no me revisan y un kilito más de pastillas para dormir que mi marido ronca.»

 

Sí, es una exageración, ¿o no? Pero que levante la mano el que no haya tenido una consulta similar en la última semana (o incluso cada día de la última semana). Y, en el mejor de los casos, se te queda cara de póker, respiras profundamente, haces un mindfulness de esos de 15 segundos, e intentando sonreír dices «bien, que le parece si empezamos por el principio, ¿qué le preocupa para creer que necesita todas esas cosas?». Y, otra vez en el mejor de los casos, se soltará a hablar de esa rodilla que duele cada vez más, de esa vecina a la que han diagnosticado, quizás demasiado tarde, un cancer de mama, de ese cansancio vital que no consigue superar… Y en el peor…mi peor experiencia ha sido un «a usted que le importa, deme los papeles y ya está»

Pero como dije en mi anterior entrada, somos humanos y no máquinas. Y, como el elástico, tenemos un límite de resistencia. Y 30, 40, 50 pacientes, suelen sobrepasar ese límite. Y en ese momento, tu inconsciente toma el mando de tu lengua, das una patada de remate goleador al libro de Borrell, y te oyes decir, casi sin darte cuenta «y un kilito de tomates ¿no le apetece también?». Todavía recuerdo la cara de la paciente cuando me salió esta frase apoteósica. Pasó rápidamente al rojo ira y ni siquiera sé que me dijo, pero seguro que fue algo del tipo «qué malcriada es usted». A lo que yo debí contestar algo así como «lo que se da, se recibe» y un «hay más médicos en este centro, si quiere puede pedir otro»

Sí, sé que esa no es la forma de abordar una entrevista compleja, pero a veces, incluso nosotros necesitamos reafirmar nuestra autoestima y dejar de sentirnos la dependienta de una sanidad que de tanto llamar cliente al paciente nos lleva por el  caminito de convertirnos en vendedores de humo.

Después de aquella respuesta, joven que era yo, he cambiado mi estrategia, y mi orgullo tiene menos poder para coger las riendas. Y si un abordaje ajustado a los cánones entrevistiles no consigue reconducir tal tipo de consultas, suelo recurrir al suspiro, mirar a los ojos al paciente y decirle «creo que yo no soy el médico que usted necesita y busca, tal vez debería pensar en cambiar de médico. Así los dos nos evitaremos malos momentos y subidas de tensión arterial». Y si estoy tan cansada que no soy capaz de gastar una onza más de energía en ello, ese día claudico, le doy sus papeles, y espero a la siguiente consulta (que teniendo en cuenta el tiempo que tardan el ginecólogo y él traumatólogo en ver a un paciente, ocurrirá más pronto que tarde).

¿Sueñan los pacientes con médicos mecánicos?

Ocho menos cuarto de la mañana. Mientras firmo la entrada en el sistema de control de asistencia, pienso en lo poco que quiero estar hoy en el trabajo. No es lo habitual, pero hoy…no soy yo. Tras varias noches de mal dormir, por mi propio cuadro de tos incontrolable, acompañado de malas noches de mi bebé, mi cabeza se niega a funcionar a pleno rendimiento. Para más inri, hace semanas que arrastro una demora de 2 o más días, lo que hace que muchos pacientes acudan sin cita (y no tenga muchas razones para enfadarme) y, casi seguro, faltará algún compañero y aparecerán sus pacientes (o los de los compañeros que hoy hacen la tarde). En fin, que no preveo una jornada cómoda, ni fácil. Y si no es fácil cuando estás al 100%, ¿cómo sobreviviré hoy?

Los pacientes quieren una atención más humana. Pero…¿quieren médicos más humanos?

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En honor a mis dudas…y a Mónica

Leo, con angustia, el «vía crucis» que las estructuras laborales y profesionales están haciendo pasar a la Dra. Mónica Lalanda. Como seguidora de su blog, admiradora de su capacidad artística y lectora de sus publicaciones sobre ética médica, me siento consternada. Como médica me siento apaleada.

Es curioso, pero la mayor parte de los médicos en ejercicio actualmente no han recibido más formación en ética médica que la que ellos voluntariamente hayan querido tener. Y, en mi impresión personal, el esfuerzo de las organizaciones profesionales por poner la ética médica en la cabeza de todos los profesionales no ha sido especialmente fructífero. Lo curioso es que el primer libro realmente interesante para atraer a estudiantes y profesionales a la ética médica y, en concreto, al Código Deontológico, es de la Dra. Lalanda. Y posiblemente por esta desidia colectiva, encontramos en las normas elementos que nos sorprenden y nos resultan anacrónicos en el siglo XXI, como lo son los artículos esgrimidos en su contra por su denunciante (art.38.3 del Código de Deontología Médica).

Nunca había hecho demasiado caso a ese artículo. Realmente nunca había tenido demasiado interés en las Comisiones Deontológicas, y aparte de emitir algunos informes interesantes, no me parecía que tuvieran mucha influencia en el ejercicio profesional. Ahora todo ha cambiado. ¡Gracias, Mónica! Eso también es un triunfo tuyo.

Aparte de querer dar un «abrazo virtual» a Mónica, aunque no nos conocemos, y transmitirle todo mi apoyo y mi ánimo en la lucha que tiene por delante, mi cabeza (y mi blog) se llena de preguntas que espero que alguien (especialmente alguna Comisión Deontológica) sepa y pueda responder en el futuro: Continuar leyendo «En honor a mis dudas…y a Mónica»

«Vanidad de vanidades, todo es vanidad»

Cuando llevas 15 meses sin ir a trabajar el primer día se convierte en un reto mayor que escalar un 8000. De la más básica duda (¿me acordaré de la clave del ordenador?) a la más fundamental (¿habrán cambiado el algoritmo de RCPA?), tienes tantas preguntas en la cabeza que si tuvieras que escribirlas no te daría la jornada laboral. De la angustia de volver a lidiar con la historia clínica electrónica, con el nuevo sistema de IT, pasas a la angustia de disimular que no te acuerdas de los nombres comerciales de los fármacos y ni idea de lo que contienen cuando te dan un nombre (lo que se agrava por el hecho de que llevo algunos años usando solo las DCI).

Pero entonces, ¡ocurre!. Empiezan a entrar los pacientes, TUS pacientes. Dos besos en la puerta y los parabienes anteceden a cualquier pregunta normativa del manual de Entrevista Clínica. La duda que más veces me han planteado mis pacientes (que no son míos, ya lo sé) es ¿fue niño o niña? Debo reconocer que halaga cuando tantas personas tienen interés, la mayoría de las ocasiones sincero, en tu vida.
Pero este proceso de reincorporación, reencuentro y reconocimiento tiene una cara oculta, un riesgo peor que el dimg_0777-1el colesterol alto. Corres un elevado riesgo de caer enfermo de vanidad. «¡Qué bien que ha vuelto! ¡»»Su sustituta no era mala, pero…ya sabe…usted es mi médica.»»¡Cómo usted, ninguna!»»Yo estaba esperando a que volviera para pedir cita» (que ya es esperar, oiga)»Le he preguntado a su marido cuando volvía» (cosas de vivir en el pueblo de al lado), «Usted sí me entiende» «Usted sí se preocupa»»Usted sí que sabe»…y muchas otras expresiones que atacan directamente a la línea de flotación de la vanidad médica. Continuar leyendo ««Vanidad de vanidades, todo es vanidad»»

De nuevo…

Que no sea por intentarlo. Después de más de un año sin escribir de manera regular, me propongo volver a empezar. No es que no haya habido nada sobre lo que escribir, es que el libro de mi vida dio tal vuelco a lo largo del año pasado que me ha costado mucho volver a coger el hábito de escribir. No prometo nada a nadie, sería una estupidez, pero sí me prometo a mí misma no dejar morir este proyecto.

Felices proyectos nuevos para este año que empieza