He terminado de leer “Tiempo de cuidados”,de Victoria Camps. No voy a presentar un resumen, ni una crítica ni una recensión del libro. Se pueden encontrar textos que comentan en libro aquí, aquí, incluso entrevistas con la autora. Más bien, lo que me gustaría es exponer las preguntas que me ha suscitado su lectura, desde la perspectiva tanto de persona que envejece (espero que durante mucho tiempo más) como de médica.
Lo primero que me llamó la atención fue la presentación de la ética del cuidado. Había leído poco o nada sobre esto. Habitualmente lo había visto relacionado con temas de enfermería, pero poco o nada con la medicina. Siempre me ha llamado la atención la forma en la que la ética que se nos enseña, en todos los niveles de la profesión, está dominada por el principalismo (Beauchamp y Childress mediante). De modo que un porcentaje elevado de médicos pensarán que ética/bioética es igual a “autonomía, justicia, beneficencia y maleficiencia”. En mi caso me he acercado a la ética/bioética narrativa, y he aprendido fundamentos estudiando Humanidades. Pero poco sabía de la Ética del Cuidado.
Mi impresión es que los médicos perdemos algo fundamental si ignoramos ese aspecto de nuestra profesión. No solo ejercemos una práctica técnica sino que actuamos con y sobre personas vulnerables (vulnerables porque están enfermas). En este contexto, el cuidado es mucho más importante y ser capaces de reflexionar sobre ello es imperativo. Pero cuidar no es algo innato y mucho menos algo innato solo en las mujeres. Es necesario enseñar y entrenar el cuidado como una actitud universal. Pensar y actuar en términos de cuidado es actuar de una forma diferente y defender una sociedad que actúa de forma diferente.
¿Podemos aprender y enseñar a cuidar en el contexto de la medicina? Me gusta la idea de que cuidar es hacer las misma cosas de una forma diferente. Victoria Camps va más allá y defiende una sociedad que cuida, una democracia que cuida. El cuidado se transformaría en deber de todos, porque todos necesitaremos cuidados en algún momento. Por otro lado, el libro insiste en algo que solemos aparcar y esconder en nuestra mente hasta que la realidad nos cae encima: la dependencia, la necesidad de que otros nos cuiden.
En los últimos años me ha tocado vivir esa dependencia en mi familia: mi abuela, mi suegra, y otros que empiezan a necesitar cuidados (más o menos complejos). También lo veo día a día en mis pacientes. Organizar esos cuidados es difícil pero aún lo es más ser testigo de la impotencia y la desesperanza de las personas que desearían seguir siendo independientes. Se palpa, se siente y se comparte el dolor de la pérdida y la vergüenza de tener que “molestar” a los demás.
El cuidado despreciado como tarea sin valor hace que las personas se lamenten de necesitarlos. Cambiar el discurso, la narrativa y la práctica del cuidado nos puede ayudar a aceptar que, igual que otros lo necesitaron antes, llegará un momento en que nosotros mismo los necesitemos y no debe avergonzarnos llegar a ello. Para eso hay que revalorizar la práctica del cuidado: en prestigio, en valor económico y en las políticas. ¿Cómo podemos los médicos ayudar en ello? Pues lo más fácil es empezar por interesarnos por ellos, formarnos en la ética del cuidado, hablar de ello, reflexionar sobre los modos en que debe incluirse en la práctica clínica (como elemento de reflexión de los dilemas éticos de la consulta diaria), cambiando el discurso público sobre el cuidado… y seguro que, a a quien lee esto, se le ocurrirán muchas más formas. Trabajar el presente para cambiar el futuro.
Y cuidarnos entre nosotros. Empezando por aprender a pedir ayuda. Muchas veces he sentido que sería humillante tener que pedir a otros que me cuiden porque yo no pueda con las actividades diarias. Victoria Camps me ha dado mucho para reflexionar sobre ello. Cambiar una cultura empieza por generar debate y provocar pequeños cambios. Si todos aportamos, tal vez podamos inaugurar un nuevo tiempo de cuidados
Os invito a leer el libro y sacar vuestras propias conclusiones.