- Es que no se toman los tratamientos y luego quieren que no les dé un infarto
- Hace lo que les da la gana, confunden pastillas, gotas, se las toman cuando les parece y luego vuelven a que les arregle el problema
- No hacen ejercicio y esperan que les cure el dolor de espalda en 24 horas.
- Comen fatal y quieren que les dé un medicamento milagro para perder de peso
- No quiere hacer dieta y pretende que le arregle esas rodillas.
- Viene una y otra vez, consumiendo consultas y recursos, como si no le hubiera dicho ya que no hay nada más que hacer
- Venir a urgencias no va a hacer que lo opere antes, ya cansa.
- Me lo decían una y otra vez pero no quiere dejar de beber, ¿qué quiere que le haga yo?
- No lo quieren cuidar en casa y luego exigen tener camas para que les atiendan cuando se ponen enfermos
- …
En fin, versiones más o menos dulcificadas de estas hipotéticas afirmaciones las hemos oido (y tal vez, hasta dicho) muchos de los que habitamos el ecosistema sanitario en el lado “profesional” de la mesa.
Muchas veces son fruto de la desesperación, incluso del interés genuino por la salud de los pacientes. Pero, sobre todo, son una señal de que algo falla en nuestra formación, desde la facultad hasta la FMC. Faltos de formación y reflexión en el impacto de las condiciones de vida en las decisiones de las personas con enfermedades (o sin ellas), de la saca de aprendizajes que traemos desde nuestras infancias (aprendizajes que no elegimos), de la ausencia de habilidades de comunicación para acercar la información, las instrucciones y los aprendizajes saludables a nuestros pacientes (ausencia incluso de la capacidad de detectar nuestra falta de pericia en comunicación) y sobre todo, la ausente intención de ayudarnos a reflexionar sobre autonomía, moralismo, funciones, objetivos, expectativas.
Para disminuir la prevalencia de estos problemas es una necesidad imperiosa: diseñar las consultas, la transmisión de información, la formación de pacientes y los sistemas sanitarios (en lo micro, lo meso y lo macro) y cambiar las condiciones de vida. No podemos seguir echando la culpa a los otros (y tampoco a nosotros mismos).